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No estoy en eso respondió Avendaño ; porque pienso antes que desta ciudad me parta ver lo que dicen que hay famoso en ella, como es el Sagrario, el artificio de Juanelo, las Vistillas de San Agustín, la Huerta del Rey y la Vega. Norabuena respondió Carriazo : eso en dos días se podrá ver. En verdad que lo he de tomar de espacio; que no vamos a Roma a alcanzar alguna vacante.

Decíame que Juanelo no había hecho nada; que él trazaba ahora de subir toda el agua del Tajo a Toledo de otra manera más fácil: y sabido lo que era dijo que por ensalmo. ¡Mire vuestra merced quién tal oyó en mundo! Y, al cabo, me dijo: "Y no lo pienso poner en ejecución si primero el rey no me da una encomienda, que la puedo tener muy bien, y tengo una ejecutoria muy honrada."

Verás que el histrión mímico en ellas Gasta más artificios que Juanelo, En el subir del agua con gamellas. Hasta que aparador hace del cielo El scénico tablado, que ha servido De obsceno lupanar á vil martelo. Luego serás del vulgo conocido En el cartel que diga: DE FULANO, HOY LUNES A LAS DOS, bravo sonido.

Hoy, como está el día tan bueno, le dije: «Anda, mujer, anda a que te un poco el aire». Y con efecto, ha salido. Ya sabes que un hermano suyo ha venido a establecerse en Madrid. Hará dinero, porque estos catalanes saben ganarlo. ¿No le has oído nombrar? Juan Bou, litógrafo. Está viudo; necesita quien le ayude a arreglar su casa..., y con efecto, Rafaela ha ido allá... Es calle de Juanelo.

Mira, tienes varios caminos: o te casas con el estampador de la calle de Juanelo, o te vas en busca de aquel Sr. Botín de otros tiempos y le pides el estanco que te prometió. Pondremos estanco y cacharrería en dos tiendas juntas de una buena calle, y no habrá quien nos tosa... Pero en mi casa no entran pantalones; ¿te conviene? Otra cosa te propongo. ¿Quieres ser ama de cura?

Es falso, por ejemplo, que Carlos hiciese sus exequias en vida; falso que estuviese sujeto á la misma regla que los frailes de la casa; falso que se flagelase hasta teñir de sangre las disciplinas; falso que no atendiese á las cosas políticas de España y del resto de Europa, y falso que se dedicase á la construcción de juguetes automáticos y otras puerilidades con su relojero de cámara y famoso mecánico Juanelo Turriano.

Era para él este juego nacional una forma hipócrita de la administración socialista. Tenía muy mala suerte; pero no desmayaba, y sabía escoger siempre los números más bonitos. Con todo, no había tenido más ganancias que las de su trabajo. Así, desde que sacó adelante el negocio de las cenefas, estableciose en la calle de Juanelo, donde tenía un taller grande, aunque incómodo.

Hijo: ¡eso es el huevo de Juanelo! ¿Cuánto vas a ganar? No lo todavía.... De seguro que será poco. Sonrió Sarmiento, me hizo una caricia, y me dijo en voz baja, casi al oído: ¡Ten paciencia! Yo te buscaré algo mejor. Más bien dicho, ya tengo para una colocación. No todo sale a medida del deseo, y no podremos contar con el destino hasta dentro de dos meses, a principios de año.

Juan Bou, para lo cual dicho se está que ha de emplear dos varas de cañamazo. Eso no importa. Yo regalo el cañamazo y las lanas. La enferma irá a convalecer a la sombra del árbol de la Ipecacuana, ese árbol milagroso, señoras, que está plantado en la litografía de la calle de Juanelo, y que ansía estrechar entre sus ramas a la descendiente de cien reyes.

Más tarde, después de admirar el artificio de Juanelo, que remontaba el agua del río hasta el Alcázar, o de recorrer, uno a uno, los escaparates de las espaderías, íbase a visitar las iglesias; y, casi siempre, una hora antes del toque de oraciones, sin más que levantarse el mostacho con los dedos, entraba en el Zocodover y poníase a pasear por la plaza o por debajo de los soportales, hasta la noche.