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Doña Clara no tuvo paciencia para que el alcaide acabase de abrir. Golpeó con su pequeña mano la puerta, y dijo con toda la fuerza de sus pulmones y toda la alegría de su alma: ¡Juan! ¡Juan! ¡Clara de mi alma! gritó desde adentro el joven. Sin duda ninguna son marido y mujer, cuando se tratan así delante de gentes dijo el alcaide acabando de abrir.

Watson parecía triste, y se limitó á contestar: Como hoy no trabajamos, voy á dar unos galopes por el campo. Al marcharse el joven acabó Robledo de vestirse, paseando después por el comedor. Cuando en sus evoluciones pasaba ante la puerta de la pieza ocupada por Torrebianca, sentía la tentación de entrar. Deseaba ver á su amigo. Un vago presentimiento le infundía cierta inquietud.

Las nuevas ideas, que entonces conmovían profundamente el corazón de la juventud, habían hallado en el joven Lázaro un creyente decidido. Era uno de los que, brotados en el tumulto de un aula de Filosofía militaban con pasión generosa en las filas de los propagadores políticos, entonces tan necesarios.

Siguióles un obeso franciscano, mofletudo y sonriente, que detuvo á Roger para preguntarle si no había por allí cierta venta famosa por sus tortas de anguilas; y como el joven le contestase que siempre había oído poner por las nubes los guisos de anguilas de Solent, el epicúreo padre tomó el camino de aquel pueblo relamiéndose de gusto.

Manifestó el caballero que conocía los antecedentes todos y la historia completa de la desgraciada joven, y se presentó con bienhechor de la humanidad, amparo y arrimo de la orfandad desvalida. ¡Era tan rico!... ¡Pero tan antipático!... ¡Pobrecito D. José! Ahora que eres el más infeliz de los hombres.

Saltó Cupido dentro de la casa y le siguió el joven, esforzándose por mostrar una gallarda soltura. Realmente no se dio cuenta de cómo entró.

¿Que no es vuestro sobrino? No, señor. ¿Pues por qué se nombra vuestro sobrino? El cree que lo es. Decidme lo que sabéis acerca de ese joven. Os voy á confesar un terrible secreto de familia dijo Montiño sacando con miedo la carta de su hermano Pedro, que había traído para él la noche anterior el joven. Yo guardaré ese secreto bajo confesión dijo el fraile.

Diez minutos después, cuando Amaury entró en el salón, el conde de Mengis fijó en él su mirada compasiva y dijo a su mujer que reparase en los ojos enrojecidos del joven.

Era el acopio cuotidiano de la Vega y de las dehesas de los contornos, acudiendo a la ciudad por aquel puente vertiginoso que el sol matinal sobredoraba. Era toda la serna, toda la nava, toda la sizla con sus olores rústicos, sus balidos, su campanilleo, sus cantares. A veces, por unos pocos ochavos, el joven avilés tomaba de los cestos algunas uvas de Mozamboroz o Ajofrín, enfriadas por el rocío.

Buen carnero, buen lomo; pero no como en mi tierra, en Extremadura ... porque yo soy extremeño. Dime, ¿por qué no has estudiado para cura? Porque no tengo vocación para esa carrera. Doña Paz hizo un gesto de sorpresa y reprobación, como si el joven hubiera dicho una gran irreverencia.