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A la mañana siguiente, cuando Juan se despertó, un criado le previno que el almuerzo tendría lugar en las cercanías, en Saint Jouin, en la venta de la bella Ernestina, y que se le rogaba que estuviera a las once en la casa para la partida.

Cuando se hubieron reunido a las personas tranquilas que habían preferido pasar la tarde a la sombra, bajo los manzanos de la huerta, declararon que no tenían la intención de volver tan temprano a Etretat, que querían comer en Saint Jouin, y bailar después en la vasta pieza alfombrada de césped. Esta sala, llena de muebles antiguos, es una de las curiosidades artísticas de la hostería.

Juan, no sabiendo qué hacer, siguió a distancia a María Teresa; sus amigas la llevaban hacia la orilla del mar. La joven, una vez que miró para atrás, reparó en Juan; la expresión dolorosa de su semblante la impresionó, se detuvo para darle tiempo a que la alcanzase y le dijo entonces: Las barrancas de Saint Jouin son magníficas. ¿No es verdad, amigo mío?

Llegados a Saint Jouin, la juventud invadió el jardín a la francesa de la célebre hotelera, mientras que la gente más seria, o más hambrienta, se preocupaba del almuerzo. Sus inquietudes se calmaron en breve a la vista de una cocina notablemente organizada, de la que salían olores incitantes, y todo el mundo se instaló en el jardín, bajo una carpa, alrededor de una larga mesa ya preparada.

Desde allí dominaba la playa quebrada de Saint Jouin, y podía seguir, por entre las rocas, la marcha caprichosa de las jóvenes y de sus flirts. El traje claro de su amiga, y el elegante sombrero gris de Martholl cautivaban principalmente su atención. En cierto momento, pudo ver a María Teresa y a las jóvenes que la precedían, detenidas ante una bajada difícil.

En el mismo instante, la joven, sonriendo, tomó el brazo que le ofrecía Martholl, y entonces Juan se lanzó a las espesas sombras del jardín, para no ver más nada. Los días que siguieron al paseo por Saint Jouin fueron para Juan largos y penosos. Para emplear el tiempo, tomaba su bicicleta y recorría cada día, a toda velocidad, los alrededores de Etretat.