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Había, por último, en el porte y continente de D. Luis aquel indescriptible sello de distinción y de hidalguía que parece, aunque no lo sea siempre, privativa calidad y exclusivo privilegio de las familias aristocráticas. Al ver a D. Luis, era menester confesar que Pepita Jiménez sabía de estética por instinto.

Un día llevó D. Diego á su hijo D. Fadrique á la pequeña ciudad, que dista dos leguas de Villabermeja, cuyo nombre no he querido nunca decir, y donde he puesto la escena de mi Pepita Jiménez. Para la mejor inteligencia de todo, y á fin de evitar perífrasis, pido al lector que siempre que en adelante hable yo de la ciudad entienda que hablo de la pequeña ciudad ya mencionada.

En el piso alto llama la atencion un museo de cuadros de pintura, comenzado en 1840, compuesto de 730 cuadros y establecido justamente en la celda del famoso cardenal Jiménez de Cisneros, primer novicio del convento allí fundado. Cristo-de-la-luz es una curiosísima miniatura de iglesia, cuyo mérito está no solo en el orígen y la antigüedad sino tambien en sus proporciones singulares.

Bartolomé de Anciso ó Enciso, que no se debe confundir con el Diego Jiménez de Enciso, mencionado en el tomo III, pág. 367. De Juan Cabeza Aragonés se conserva una primera parte de comedias: Zaragoza, 1662.

Salieron con buen ánimo y resolucion, y pasando aquella noche el rio, ocupando un puesto aventajado, paso forzoso para los nuestros, se pusieron en emboscada. Descubrieronla luego los corredores de Fernan Jiménez, y como la retirada no podia ser por otra parte, hecho alto, dijo á los suyos: Ya veis amigos que el enemigo nos tiene cerrado el paso, y que solo puede allanarle nuestro valor.

Está situada entre la de la Epifanía y la de las Ánimas; segun unos fué fundada por D. Juan Jimenez de Bonilla, familiar del Santo Oficio, en 1614; segun otros, y esto parece lo mas probable atendido el mal gusto arquitectónico de su retablo, la hizo labrar en 1669 D. Pedro Bojeda y Bonilla dejando por patronos á los racioneros y medio racioneros.

Cuando D. Luis reflexionaba sobre todo esto, se elevaba su espíritu, se encumbraba por cima de las nubes en la región empírea, y la pobre Pepita Jiménez quedaba allá muy lejos, y apenas si él la veía.

Clementina, que a todos los conocía, gozaba en adivinarlos a las pocas palabras. Raimundo, que había asistido con frecuencia a las tribunas del Congreso, les había cogido bastante bien, a casi todos, el acento, la acción y los gestos. Particularmente imitando a Jiménez Arbós, a quien trataba por verle en casa de Osorio, estaba graciosísimo.

Con este seguro desembarcó todos los que quisieron ir al Castillo donde Fernan Jimenez habia retirado. Dieronles cincuenta carros, y con doscientos caballos de Turcos y Turcoples de escolta, y cincuenta Cristianos les enviaron al Castillo. A los que no quisieron quedarse, ni con Rocafort ni con Fernan Jimenez, se les dieron barcas armadas hasta Negroponte.

12 Mujer, llora y vencerás, fiesta que se representó á SS. MM., de D. Pedro Calderón. 1 Dicha y desdicha del nombre, de D. Pedro Calderón. 2 Euridice y Orfeo, de D. Antonio Solís. 3 Séneca y Nerón, de D. Pedro Calderón. 4 La paciencia en los trabajos, del Dr. Felipe Godínez. 5 Los Médicis de Florencia, corregida y enmendada, de D. Diego Jiménez de Enciso.