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Se hacen los preparativos a bordo, y el capitán Maal, nuestro simpático jefe, redobla su actividad, si es posible. Es un viejo marino, natural de Curaçao; tiene en el cuerpo 30 años de navegación del Magdalena.

A Nelson le llamaba el Señorito, voz que indicaba cierta consideración o respeto; a Collingwood el tío Calambre, frase que a él le parecía exacta traducción del inglés; a Jerwis le nombraba como los mismos ingleses, esto es, viejo zorro; a Calder el tío Perol, porque encontraba mucha relación entre las dos voces; y siguiendo un sistema lingüístico enteramente opuesto, designaba a Villeneuve, jefe de la escuadra combinada, con el apodo de Monsieur Corneta, nombre tomado de un sainete a cuya representación asistió Marcial en Cádiz.

¡Los que quieran a Juan Claudio Hullin por jefe que levanten la mano! No se vieron mas que manos en el aire. Juan Claudio dijo el contrabandista , sube aquí, mira..., ¡es a ti a quien quieren! El señor Juan Claudio subió acto continuo, y vio que, en efecto, estaba nombrado, e inmediatamente, con voz firme, dijo: ¡Está bien! Me nombráis vuestro jefe, y yo acepto.

Los bélicos instrumentos lanzaron una música de gloria, el mismo toque que saluda la presencia del jefe del Estado, de un general, de la bandera desplegada... Era un homenaje á la justicia majestuosa y severa; un himno á la patria implacable en su defensa. Pensó la espía un momento que todo este aparato era para otra.

Hasta él llegaba el rumor de la concurrencia, mayor que otros días, con motivo de su llegada. ¿Qué iba a hacer allí? Hablar de los asuntos del distrito, de la cosecha de la naranja o de las riñas de gallos, describirles cómo era el jefe del gobierno y el carácter de cada ministro.

Iban sofocados, sudorosos, de tanto como habían bregado en la galería del piso tercero con Irene y las chicas del jefe de cocinas. «¡Hija, cómo estás!... dijo Rosalía, deteniendo a la niña . Tienes la cara como un cangrejo cocido... Ahora corre aire... métete en casa; no te constipes... ¿Y este granuja...? ¿Ve usted cómo viene?, todo roto y hecho un Adán.

Maletas por todos los rincones, mundos que pueden contener una casa; de trajes de seda... ¡la mar!; sombreros, no cuantos; estuches sobre todas las mesas con diamantes que quitan la vista; y todavía la maldita encargó a Cupido que avisara al jefe de estación para que envíe, así que llegue, lo que falta por venir; el equipaje gordo, un sinnúmero de bultos que llegan de muy lejos, del otro rincón del mundo, y cuestan un capital por su traslado... ¡Y, eche usted!... ¡Claro! ¡Para lo que le cuesta de ganar!

El jefe de la familia estaba bueno y celebraba la ocasión de conocer al señor de la Costa.

Con una salva de aplausos fué saludado el doctor Cárdenas, al terminar su sencilla y patriótica peroración. A continuación habló el doctor Mario García Kohly. He aquí su brillante discurso: Sr. General en Jefe de las Fuerzas Armadas de la República.

Una vez fallado este punto, pasóse a considerar los hilos diplomáticos que unían la charada de La Flor de Lis con el oficio del jefe superior de Palacio...