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Largas cajas de caoba roja y pulimentada contenían camelias, jazmines de Méjico y cactos de espesas hojas. En una linda jaula de limonero y de enrejado de plata revoloteaban unos hermosos pájaros de cabeza verde, de alas purpuradas con reflejos de oro, y bonitas cotorras de Puerto Rico, con todo el cuerpo azul, un penacho de color de naranja y el pico negro como el ébano.

Es dura como un mármol y zahareña como villana de Sayago, y áspera como una ortiga; pero tiene una cara de pascua y un rostro de buen año: en una mejilla tiene el sol, y en la otra la luna; la una es hecha de rosas y la otra de claveles, y en entrambas hay también azucenas y jazmines.

Al lado de su almohada hay un gran ramo de rosas y jazmines. Se tiende en la cama como si quisiera hundirse en aquella masa de flores.

Las luces vendrían de donde no se viesen, ya en el jardín, ya en la casa; y estaba en camino Mr. Sherman, el americano de la luz eléctrica, para que la hubiese bien viva y abundante: los globos se esconderían entre cestos de rosas. De jazmines, margaritas y lirios iban a vestirle a Ana, sin que ella lo supiese, el sillón en que debía sentarse en la fiesta.

Si á la vez, la mansa brisa Que á los jazmines halaga Y entre su copa se embriaga, Viene mi rostro á besar, Creo que alguna sílfide Que cruza por el ambiente Toca mi pálida frente Con sus alas al pasar. Y si una mujer hermosa De blanca tela vestida, Ante mi vista abstraida Pasa como aparicion, En éxtasis arrobado Bajo influjo de un hechizo, Creo que del paraiso La puerta abre una vision.

Una gran ventana, que daba a un jardincillo interior, estaba abierta por el calor, y si bien sus hierros eran como la trama de un tejido de rosas-enredaderas y jazmines, todavía por entre la verdura y las flores se abrían camino los claros rayos de la luna, penetraban en la estancia y querían luchar con la luz de la lámpara y de la palmatoria.

La belleza se ciñe la corona Que entretege el amor y la amistad, Arrancando una flor á cada zona, Tomando un pensamiento á cada edad. Y la contempla el mundo entusiasmado, Coronada, de pié sobre el altar, Sobre el altar de joyas incrustado, Cubierto de jazmines y azahar.

En aquel recinto regio fueron muy pocos los que alcanzaron entrar, bajando todas las esclavas a recibir a su nueva señora con las demostraciones más ardientes de regocijo; unas danzaban al son de los albogues y adufes, y otras le cantaban al antiguo uso de Córdoba y del Cairo estas lisonjeras cásidas de versos: Entra aquí, entra aquí en estos jardines de arrayán, rosa y jazmines, entra, , cual reina por sus confines.

Yo quise entregarle mi ramo calculando propicia la ocasión, pero ella no me dio tiempo. ¡Qué olor a jazmines! ¿usted los tiene? ¡Ah, qué lindo, qué lindo ramo! ¿Es para ? , Valentina... le contesté. ¡Gracias, muchas gracias! ¿Sabe que no creía que usted viniese? me dijo. ¿Por qué? Por nada, porque pensaba que no habría hecho caso a la broma de anoche.

En medio de los patios había tazas de marmol muy estendidas y de poca altura, de la cual brotaba alegre surtidor de agua. A veces el centro del patio estaba terrizo, en forma de jardín, con sus bojes, mirtos y arrayanes, sus árboles frutales, sus cipreses y palmeras, jazmínes y granados y en el verano la odorífera albahaca.