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Era ya tarde, y como el rey Buby no pensaba en despedirle, Ratón Pérez insinuó hábilmente, sin faltar á la etiqueta, que le era forzoso acudir aquella misma noche á la calle de Jacometrezo, número 64, para recoger el diente de otro niño muy pobre, que se llamaba Gilito.
El tirano sentía aguzarse de nuevo su apetito con el fresco del alba, y aceptaba del director o de cualquier compañero en fondos una taza de soconusco con media docena de «bolas». Iban a la chocolatería de la calle de Jacometrezo, sentándose junto a las paredes de azulejos fríos, ante unas vidrieras abiertas de intento para que reventasen de pulmonía todos los golfos que esperaban la mañana en torno de las primeras mesas.
En este momento le dijo iba pensando en ti y trataba de ir a visitarte por si pudieras sacarme de este pilanco... Debo a la patrona cerca de dos meses... ¿Qué dinero necesitas? le preguntó Miguel en seguida. Cuarenta duros. Al día siguiente se pasó, en efecto, por la calle de Jacometrezo, y Miguel le dio los cuarenta duros.
En Manuel no pensó, porque conocía demasiado su género de vida, incompatible con los cuidados y la vigilancia que exige un muchacho de diez y siete años. Al fin no tuvo más remedio que dejarlo acomodado en una casa de huéspedes, modesta, pero decente, de la calle de Jacometrezo.
Palabra del Dia
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