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Un secreto le dijo a su madre, y luego le dijo: «¡Déjame irPero le dijo «caprichosa» su madre: «¿y tu muñeca de seda, no te gusta? mírale la cara, que es muy linda: y no le has visto los ojos azules». Piedad se los había visto; y la tuvo sentada en la mesa después de comer, mirándola sin reírse; y la estuvo enseñando a andar en el jardín.

Un grito de alegría resonó por todas partes: el alcalde y el cura se levantaron para ir al encuentro del joven; la madre de Carmen se mostró muy inquieta, y ésta se puso a temblar, cubriéndose su rostro de una palidez mortal.... Vamos, niña, le dije, tranquilícese Vd.; debe tener el corazón como una roca ese muchacho si no se muere de amor delante de Vd.

El Magistral iba un poco avergonzado: le pesaba, por un lado y por otro no la casualidad, o lo que fuera, de ir tocando con Ana. Tocando apenas, por supuesto; ni ella ni él se movían.

Encuentro tonto el ir así en contra de todo lo que siento; y sin embargo, por complacer a la abuela, primero, y por otro motivo después, acepto la entrevista... Me encojo de hombros por adelantado, pero lo hecho hecho está. Resignémonos a la aventura...

17 Tu aún te ensalzas contra mi pueblo para no dejarlos ir. 18 He aquí que mañana a estas horas yo lluevo granizo muy grave, cual nunca fue en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora.

Tenia que ir Setoc para negocios de su tráfico á la isla de Serendib; pero el primer mes de casados, que, como ya llevamos dicho, es la luna de miel, no le dexó ni separarse de su muger, ni aun presumir que podria separarse un dia de ella. Rogó por tanto á su amigo Zadig que hiciera por el este viage. ¡Ay! decia Zadig: ¿con que aun he de poner mas tierra entre la hermosa Astarte y yo?

El viejo, a pesar de su tacañería y sus manías, era un hombre puro y recto. Juanito pensaba ir en su busca como en otros tiempos, pues sus consejos eran como un baño de dignidad y rígida honradez, que le hacían resistir mejor la atmósfera de putrefacción moral de su casa. Cada vez se sentía más alejado de la familia.

Si soplaba el Norte y nevaba, solían deslizarse algunos copos por la claraboya de la lucerna. Al levantarse el telón pensaban los espectadores sensatos en la pulmonía, y algunos de las butacas se embozaban prescindiendo de la buena crianza. Era un axioma vetustense que al teatro había que ir abrigado.

Y así vosotros, amigos míos, me perdonaréis si os dejo para ir a ver lo que la Inquisición de quiere.

En cuanto a que ella se casaba por deseo de ir a figurar en Madrid, doña Luz reía desdeñosamente al oírlo.