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Sin embargo, sintió un fuerte estremecimiento al escuchar muy cerca de su oído estas palabras: ¡Qué hermosa te has puesto, Fernanda! Se hallaba tan distraída que no advirtió que el conde se había sentado a su lado. Involuntariamente se llevó la mano al sitio del corazón. Repuesta inmediatamente, sonrió diciendo: ¿Te parece? ... Y yo qué viejo, ¿verdad?

Parecía uno de ellos hombre de veinticinco años de edad, de barba y ojos negros, airoso talle, anchas espaldas, robustos hombros y rostro hermosísimo. En todo él había además algo de noble, raro y peregrino, como procedente de tierras extrañas, y en el gesto y en los ademanes un no qué de soberbio e imperativo que infundía involuntariamente respeto. Era el otro jinete mozo barbilampiño.

Luego que se cansaba de sus vanas pesquisas, cesaba de hacerlas y se dirigía a otros puntos del bosque; negra tristeza embargaba su alma, y a veces asomaban a sus hermosos ojos, harto involuntariamente, algunas lágrimas que no eran ya de las nacidas por el afectuoso recuerdo de su madre difunta.

Blanca bailaba como una inglesa de la vieja estirpe; sin reservas, pero también sin el grosero materialismo de una mundana; de vez en cuando, los vaivenes ondulantes del vals en que los cuerpos se deslizan con la música, nos unían involuntariamente, y yo sentía ese estremecimiento inexplicable que produce la lucha de la timidez con la audacia, cuando el cuerpo de una mujer joven y linda toca y calcina esta miserable arcilla humana de que están hechos todos los seres desde Satanás hasta San Antonio.

Llegamos involuntariamente al pié de la torre del Agua: nos detuvimos, contemplamos de nuevo aquel sombrío paisage donde no se destacan sobre el azul del cielo mas que torres silenciosas coronadas de almenas, y sentimos por instantes latir precipitadamente el corazon y concentrarse el alma en la tristeza.

Y como la joven permaneciera muda, enloquecida por aquella situación nueva que había creado la confesión de Juan, éste añadió, interpretando mal su silencio: ¡Pero míreme por favor, vea cuánto sufro! ¿No merezco su piedad? ¡Ah, tenga piedad! ¡Piedad, solamente! Involuntariamente, ella volvió hacia él su cabeza recostada sobre un almohadón.

El causador de su desdicha seguía siendo para ella un misterio, un imposible, un pensamiento fijo. Y por intuición, como por instinto, al sentir á su hijo en su seno, la pobre madre pensaba involuntariamente con el corazón abrasado de amor en el duque de Osuna, en aquel hombre á quien no podía pertenecer, que no debía conocer jamás su amor.

, señor... contestó Lucía, atribulada ya . Pues claro está que venía... venía don Aurelio Miranda, mi marido... y al decirlo, sonriose involuntariamente, de lo nueva y peregrina que se le figuraba tal expresión en su boca. Muy niña parece para casada pensó el viajero; pero recordando el anillo que había visto lucir en el meñique, añadió en alta voz: ¿De dónde venían ustedes? De León.

El también contribuía involuntariamente á mantener y albergar al enemigo. La caída del ministerio y la constitución de un gobierno de defensa nacional le hicieron ver que algo grave estaba ocurriendo. Las alarmas y lloros de doña Luisa aumentaron su nerviosidad. Ya no volvía la buena señora entusiasmada y heroica de sus visitas á las iglesias.

Al oír una voz juvenil brotando de una garganta esbelta y alabastrina, al ver un cuerpo elástico y nervioso modelado por los contornos de la carne viva y suave a la presión, mi tío, que era flaco y alto como un junco de las islas, gemía involuntariamente como una arpa eólica, y, no contento con saborear la estatua con los ojos, cedía, sin querer, el brazo a los movimientos irrespetuosos de la electricidad animal y gustaba de tocar el buen señor.