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Como la pieza tiene balcón, único claro que hay en la fachada correspondiente, la del noroeste, se cuelan las invernadas por él lo mismo que si no vinieran a Peleches más que para eso. ¡Como está tan alto y tan descarado!... Nadie ha podido habitar en esta pieza jamás. Cuidado, repito, mucho cuidado donde se pisa... ¡Ea! ya está de par en par, digo, ya están separados estos pingajos de puerta.

Rota. Su población. Promesa religiosa. Comercio y agricultura. Antiguas invernadas. Entre los que no conocen las islas Marianas corren una porción de versiones, que si en otro tiempo fueron apreciables, hoy no lo son bajo ningún aspecto, ni material, ni moral, ni político.

Dicen algunos. ¡Ah! ¡las islas Marianas, magníficas posesiones, de grandísima importancia por las célebres invernadas de los balleneros!

Sin embargo, las paradas, las invernadas, los descansos, absorven otros seis á siete meses: asi es que en último resultado se tiene que invertir un año entero en cada viage redondo, cuyos beneficios para el tropero, á pesar de ser muy subidos los fletes , no corresponden ni á sus erogaciones, ni á sus afanes.

En tal estado de inseguridad histórica del pueblo que baña el gran Pacífico, corría el primer tercio del siglo XVI, en que ya empieza á delinearse la verdadera historia las hoy llamadas islas Marianas. El siglo XVI. Hernando de Magallanes. Capitulaciones. La Capitana, el San Antonio, la Victoria, la Concepción y el Santiago. Sebastián Elcano. Llegada al Brasil. Invernadas. Rebelión abordo.

Agregado á esto, que no se comprendió á su tiempo el negocio que reportaban las invernadas balleneras, instalando almacenes bien provistos, y que la carencia absoluta de estos originaba la falta de competencia, siendo por lo tanto la consecuencia necesaria que los poquísimos productos se vendieran á precios subidos, puesto que la necesidad por parte del comprador y la escasez por la del tenedor, eran los elementos de aquellas transacciones, que poco á poco habían de dejar de operarse, á medida que fueron abriéndose otros puertos en que al par del abrigo, se encontraban almacenes, tráfico y comunicaciones.

Ese mismo superior decreto dispone en su art. 22 que para ejercer los chinos el comercio necesitan expresa autorización del Gobierno, exigiéndoseles pagos adelantados por las licencias, como asimismo por invernadas para reparos en la Alcaicería donde necesariamente debían pernoctar.

El indio, propiamente dicho, puede decirse es desconocido, predominando la raza mezclada de chamorro y americano y de español y chamorro, viéndose muy frecuentemente fisonomías muy acentuadas que recuerdan las invernadas de los norte-americanos, los cuales, no solamente plantaron su raza, sino que también sus usos, costumbres y lengua, tanto que el inglés lo entienden casi todos los chamorros.