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Cuando le encontré y me contó el lance, iba el pobre tan cari-entristecido, cual si lo llevaran a ajusticiar, y me dijo: «Ay de , si doña María llega a saber esto... ¡Malditas sean las Cortes y el perro que las inventó!». ¿Estarán todavía allá? ; corre a avisárselo a la condesa.

Ya no era Balmuff el único país ganado por la revolución. Los hombres de otras regiones inmediatas se habían sublevado igualmente, y parecían contar con el mismo invento de la coraza vaporosa repeledora de los rayos negros. Todos ellos se pertrechaban á estilo antiguo en los museos, venciendo instantáneamente con sus armas de repetición á las tropas gubernamentales.

Se recibía, verbigracia, en la casa un telegrama de cualquier pariente o amigo; don Mariano, con sonrisa triunfal, después de leerlo, se lo alargaba a su señora, diciendo: Toma; este endiablado invento moderno viene a comunicarnos que tu hermano ha llegado bueno a París.

Todo eso de aduanas y carabineros y barquillas de la Tabacalera no lo ha creado Dios: lo inventó el gobierno para hacernos daño a los pobres, y el contrabando no es pecado, sino un medio muy honroso de ganarse el pan exponiendo la piel en el mar y la libertad en tierra. Oficio de hombres enteros y valientes como Dios manda. Yo he conocido los buenos tiempos.

«Acaso lleguen a tus oídos ciertas murmuraciones de las gentes de Villaverde. Dicen que soy novio de Gabriela. Ya me imagino quién inventó eso. Las Castro Pérez que odian a la señorita Fernández, o Ricardo Tejeda que ha estado muy enamorado de la niña. Hoy me le hallé en la botica, y no me habló, ni siquiera se dignó saludarme.

Mas natural sería el desquiciamiento universal, que la muerte del portentoso niño que había venido á la tierra para iluminarla con el fanal de su talento... ¡Bonitas cosas hacia Dios, la Humanidad, ó quien quiera que fuese el muy tal y cual que inventó el mundo y nos puso en él!

Gran cantidad de las patrañas que circulan sobre nuestras colonias dijo Ojeda son obra de un editor. Los libreros tuvieron gran influencia en la historia de América. Y muchas de las mentiras que circulan con un carácter tradicional contra los españoles coloniales las inventó un librero flamenco.

A la caída de este gobierno, el 6 de noviembre de 1865, el populacho saqueó varias de las oficinas de palacio, y desapareció la bandera, que acaso fué despedazada por algún rabioso que se imaginaría ver en ella un comprobante de las calumnias que, por entonces, inventó el espíritu de partido para derrocar al presidente Pezet, vencedor en los campos de Junín y Ayacucho, y a quien acusaban sus enemigos políticos de connivencias criminales con España, para someter nuevamente el país al yugo de la antigua metrópoli.

En una mano traía el sombrero que era un claque del año en que esta prenda se inventó, el primogénito de los claques sin género de duda, y en la otra un lío de carteras-prospectos para hacer suscriciones a libros de lujo, las cuales estaban tan sobadas, que la mugre no permitía ver los dorados de la pasta.

Y cuando es una misa de mucha música, de esas que le gustan a don Luis, acabo por renegar del órgano y de quien lo inventó, pues me rompo los brazos. ¡El trabajo! dijo el campanero con énfasis . ¡El trabajo es un castigo de Dios! Ya sabéis su origen. Fue la pena eterna que el Señor impuso a nuestros primeros padres al arrojarlos del Paraíso. Es una cadena que siempre llevaremos arrastrando.