United States or Mongolia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pero dejadme que os cuente, sin interrumpirme, sin asombraros, oigáis lo que oigáis, y concluiremos más pronto. Y me alegraré, porque no me acuerdo de haber estado en circunstancias tan apremiantes en toda mi vida. Pues al asunto.

Auvray sonrió con satisfacción, y luego haciendo un gesto teatral, como actor que se prepara para declamar un largo parlamento, dijo: Suplícote no olvides que soy abogado, lo cual quiere decir que debes escucharme con paciencia, sin interrumpirme ni replicar hasta el fin de mi discurso. Desde luego te prometo que éste no pasará de un cuarto de hora.

La he protegido y defendido sin cesar, hice cuanto pude por serle agradable. ¿Qué pedía yo en recompensa? Un poco de amistad, nada más... y ella, ella parece temerme u odiarme. Eso me da pena; pero ahora se acabó, empiezo a detestarla. ¿Sabéis qué pensaba, Catalina, cuando vinisteis a interrumpirme? Me preguntaba si despediría mañana mismo al aya o si tendría paciencia ocho días más.

Escuche sin interrumpirme, como hacen las jóvenes que asisten á mi cátedra. Al final me expondrá sus dudas, si es que las tiene, y yo le contestaré. Después de este preámbulo, el profesor empezó su lección. Usted sabe, gentleman, quién fué el primer Hombre-Montaña que visitó este país. Hasta creo que el tal gigante dejó escrito un relato de su viaje, y usted debe haberlo leído, indudablemente.

»Dejome hablar sin interrumpirme, y cuando hube terminado, sacó de su bolsillo una carta que me entregó, diciéndome: »No hable usted de este escrito a nadie en el mundo... ni aun a . »La letra era de la mano de la Reina, y he aquí el contenido de la carta: * «Nadie más que usted, Carlos, ama al Rey mi esposo: no hay servidor más fiel, ni consejero más inteligente.

¡Ledesma! dijo á uno de los oficiales que trabajaba en la primera sala ; cuidad de que nadie vaya á interrumpirme, y estad dispuesto para cuando yo os llame. Ledesma, que se había levantado como todos á presencia del duque, se inclinó profundamente.

Al principio la divertí no dando a mis palabras más valor que el de lamentaciones de un estudiante a quien el colegio aburre; pero como tenía la firme voluntad de ser escuchado seriamente, puesto que en serio hablaba yo y como también estaba seguro de que sería creído si me empeñaba, le dije: «Señora, si le place dar a mis palabras el valor de una súplica, sea; si no ellas serán expresión de una pena de la cual no volverá a oír hablarMe dio dos golpecitos con el abanico con objeto de interrumpirme, sin duda; pero nada más tenía que decirle, y para no desmentirme abandoné el baile en seguida.