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Esto pareció que le convenia, y no aguardarlos sobre Philadelphia; ciudad grande, y con gente armada, que animada del ejército amigo saldria á pelear. Dejó algunos fuertes guarnecidos, con que le pareció que los de la ciudad no intentarian el salir, pero dos millas lejos al amanecer se reconocieron de una y otra parte, y se pusieron en órden para pelear.

La cuarta: cuando el Colegio fuese renovado de estos padres, todo el patrimonio de Cristo estaria en sus manos, y como el hidrópico mientras mas bebe tanto es mayor su sed, así estos creciendo en su codicia con la grandeza, serian ocasion de mil alborotos; y porque no hay cosa mas sujeta á mudanza que los estados, procuran estos padres con todas sus fuerzas y artificios alterar las cosas mas que nunca para poder mejor por este camino introducir la forma de su dominio; entre tanto van ahora buscando y procurando reducir á su religion á algun primogénito de algun principe, que les haga donacion de su estado; y hubieran ya conseguido este su intento, si algunos habiéndoles entendido su pensamiento y traza, no se les hubieran opuesto; pero en el caso de arriba, sin dificultad se señorearian del estado eclesiástico; y como son sagaces y advertidos intentarian mil pretensiones para ensancharse, y no les faltarian medios para conseguir sus intentos, y cuando de esto no se siguiera otra cosa que los medios y sospechas en que vivieran los príncipes, y particularmente los mas vecinos, no seria inconveniente de poca consideracion.

Tomaron las armas, y bien apercibidos aguardaron lo que las diez y ocho galeras intentarian, que venian á dar sobre las nuestras. Estas diez y ocho galeras eran de Genoveses, que ordinariamente navegaban aquellos mares, porque su valor, ó codicia les llevaba por lo mas remoto de su Patria, como á los Catalanes de aquel tiempo.

No quiso dormir, manteniéndose en una fingida tranquilidad, con los ojos entornados y vigilando las idas y venidas de algunos pigmeos que aún no se habían acostado. Al fin el silencio del sueño se fué extendiendo sobre la playa, y Gillespie, convencido de que no intentarían aquella noche nada contra él, acabó por entregarse al descanso.