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Pero usted sabe mejor que yo lo que va del dicho al hecho. Es verdad que lo , no mejor, sino, por las trazas, tan bien como usted; y a pesar de ello, insisto en la pregunta, dejándonos de eventualidades más o menos posibles o probables y colocándonos en lo real y positivo y hacedero.

No insisto en esto; pronto apreciará el Senado de qué manera el Consejo Ejecutivo derrocha el dinero de la nación, á pesar de que el gobierno de nuestro sexo ostenta el espíritu de economía como la mayor de las ventajas sobre todos los gobiernos anteriores.

Insisto en mi opinión de que se llame de los Patriotas isabelinos dijo el ayacucho, demostrando en su acento y en la tiesura de su mano enérgica la importancia que daba al bautismo de la sociedad proyectada. El nombre debe ser breve y sencillo. Ya tenemos el masonismo en planta indicó Salvador , con sus irrisorios misterios, sus fórmulas y necedades. No, no, hijo, aquí no hay misterios.

Sólo cuando yo insisto con empeño, se decide... ¡pero de tan mala gana! con una cara tan estirada, que estuve tentado a tirarle a ella todos los chirimbolos. No tendría ni pizca de dignidad, ni vergüenza siquiera, si la hubiese consentido seguir... Se había ido exaltando cada vez más, hasta el punto de incorporarse del todo en el lecho.

Bien, no insisto... no quieres ser expiada... no quieres sermones... bien, mejor... buscarás un lugar retirado: lo embellecerás, lo perfumarás, enloquecerás en él con tu don Juan; te resignarás á todo, lo olvidarás todo, porque le amas con el amor más humilde del mundo; tu don Juan, esperará impaciente los primeros días la hora de verte; le será muy cómodo lograr tus amores sin que lo sienta la tierra, sin que pueda tener celos su doña Clara; después, á medida que vaya pasando el tiempo, le parecerás menos hermosa, y esperará con menos impaciencia la hora de verte; luego irá por ir, por lástima, te hará esperar, después le esperarás en vano algunos días, y te volverás á tu casa, humillada, desesperada, celosa, al fin y al cabo te abandonará, hastiado de ti...

La estimación entre dos personas, por algo ha de empezar; y por cierto que no siempre este algo es de tan buena ley como el que ha engendrado la amistad con que me honra la hija de don Alejandro Bermúdez. Pues le juro que temo enturbiarlo si insisto en esclarecerlo.

¡Oh! no, señora, no prosiga usted... es suficiente con lo que me ha dicho... Me conmueve su interés hacia y los sentimientos que lo han inspirado... mas comprenderá que, cuestión tan grave como la que tratamos, no puede resolverse en un momento de enternecimiento... Permítame que medite sobre estos puntos con la calma que es de razón... Mi trabajo está ya terminado... aún puedo disponer de algunos días... Mi intención, que puede usted comunicar a su amiga, es consagrarlos a hacer un corto viaje al extranjero... una excursión a Suiza... Insisto más que nunca ahora en mi resolución, porque tengo necesidad de la ausencia para fijar mis ideas... Pienso partir mañana...

Está todo en silencio reflexivo, recordando los ruidos de la alegría y del placer que latieron aquí, o preparándose a retumbar con la algazara de fiestas venideras.... Insisto en ello, hay aquí algo de escenario antes de la comedia.

Insisto en que mi hermana y mi madre no sean herejes. ¿Y en que nuestro padre se muera a fuerza de disgustos y por falta de cuidados? A quien como él hace tan poco caso de la salvación del alma, debe importarle poco la vida. ¡Basta! No blasfemes. Se acabaron las contemplaciones. Elige, y responde categóricamente. ¿Nos dejas en paz o te marchas? ¿ o no?

Pues si tan principal señora os manda, no insisto, amigo Juan, y os dejo, porque supongo que necesitaréis ir solo. De todo punto. Pues vóime á dormir; espéroos mañana en el Mentidero. ¿Cómo en el Mentidero? Olvidábame de que sois nuevo en la corte. Llaman aquí el Mentidero á las gradas de San Felipe el Real. ¿Y por qué no esperarme en vuestra casa?