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Pide un prólogo a Cañete, y este señor, que jamás se niega a tales cosas, dice al frente del libro en lenguaje castizo que hay en él composiciones muy lindas, y las cita; que el autor muestra por lo general mucha «elegancia, donaire y estro», y que el joven mosquito, si no se desgracia, llegará a ser un moscón insigne.

Pero dirá el lector: ¿quién es José Campal? ¿Son éstos el nombre y el apellido del espléndido Marqués que costeó la obra, ó los de algún insigne arquitecto, émulo de la gloria de los Brunelleschi y Miguel Ángel? Ni lo uno ni lo otro.

Era un delicado obsequio con el cual quería nuestro buen Thiers pagar diferentes deudas de gratitud a su insigne amigo D. Manuel María José del Pez. Este próvido sujeto administrativo había dado a la familia Bringas en Marzo de aquel año nuevas pruebas de su generosidad.

Si estás a la mitad, insigne bibliotecario, habrás llegado al parrafillo de la <i>Inquisición</i> que caerá en la I. No, porque pongo la Inquisición en la <i>y griega</i>. Grandes y estrepitosas y retumbantes risas. Atended un poco.

Por exemplo: Nadie cree á Filostrato entre los antiguos, porque todos saben que fué insigne embustero.

D. Luis Antonio Fernández de Córdoba Espínola y de la Cerda, Duque de Medinaceli, de Feria, Segorbe, Cardona, Alcalá y Camiña, Marqués de Priego, del Cogolludo y de Aitona etc. etc., mi señor Cavallero del insigne orden del Toisón de Oro, del Real de sán Genaro y del de Santiago.

«Los soldados de Santa Cruz le quitaron por reliquias las uñas, el rosario que llevaba y la cruz que un portugués que se halló en la función presentó al Sr. Marqués de Tojo, insigne bienhechor de aquellas Misiones, y su señoría la apreció mucho como reliquia de un apóstol, que así le llamaba el marqués.

Que lo que vale, ¡o miente el sol!, un pica bravo, ¡oh insigne cabo!, lo sabes . Iré a esas tierras. ¡vamos allá!, me haré de oro, de algún rey moro que venceré O para colmo ¡gusto será! de suerte tanta, con una infanta me casaré. Tendré esclavillos, ¡ah!, ¡ah!, , , rubís, topacios, cuatro palacios y un gran confín. Y señor noble ¡lará, lará! con mayorazgo, de algún hartazgo moriré al fin.

Mi compañero de viaje y querido amigo el insigne músico D. Mariano Vázquez me esperaba en la gran Basílica, enteramente solo, sentado delante del magnífico órgano llamado del Deán, arrancando de su hondo seno solemnes y patéticos gemidos.

»Sólo el singular ingenio de nuestro D. Pedro pudo conseguir hacer caminos nuevos sin pisar los pasos antiguos; los miró, no para seguirlos, sino para adelantarlos; voló sobre todos. Puedo decir de esta insigne pluma lo que dijo el eruditísimo Macedo, de Tasso, que sólo pecó en no pecar. O lo que dice de su idolatrado Camoëns, que aun contentó con los pecados veniales.