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Y algunos, más ingenuos, confesaban la penuria de su presupuesto, maldecían de las exigencias sociales... y se reservaban para «última hora». Porque a última hora bailaban, pese a Ronzal, los de levita, los de jaquet y hasta los de cazadora. «¡No faltaba más!». Saturnino Bermúdez, que tenía frac, y clac y todo lo necesario, llegó un poco tarde al salón. Se detuvo en una puerta... y... tembló.

Era la historia del Mediterráneo escrita por torpes e ingenuos pinceles: encuentros de galeras, asaltos de fortalezas, grandes batallas navales envueltas en humo, sobre cuyas vedijas flotaban los gallardetes de los navíos y las altas torres de popa, en cuya cima rizábanse las banderas con la cruz de Malta o la media luna.

Quiero reflexionar, me esfuerzo en hacer una cosa bien hecha, y me desespero y me aburro. Las cosas bien hechas salen ellas solas, sin que nosotros queramos; la ingenuidad, la sencillez no pueden ser queridas. Cuando queramos ser ingenuos, ya no lo somos. » eres ingenua, Pepita. Si yo me acuerdo mucho de ti, ¿por qué es, sino por esto?

Carmen tenía unos veinte años, pero por ciertos modos ingenuos y por algo de frágil que en toda su persona había, aparentaba diez y seis. El color de las mejillas y de los labios parecía más vivo por la blancura mate de la cara y de las manos. Alguna asimetría de la frente se anegaba en el esplendor de los grandes ojos grises, que daban la impresión de ser negros, por la anchura de las pupilas.

Y era lindísima: fisonomía suave y aristocrática; perfil correcto; labios ingenuos, expresivos, como entreabiertos levemente por una exclamación de sorpresa; las mejillas con los tintes de la rosa: la cabeza artística y gentil; el cuello delgado y donairoso.

La credulidad de la buena señora expandíase en ingenuos asombros ante los embustes y exageraciones que se permitía Maltrana para estremecer su alma inocente. «¡No diga! exclamaba doña Zobeida . ¡Vea!... ¡Qué cosas!» Y cuando ella no estaba presente, Isidro prorrumpía en elogios de su candor. Era para él la mejor persona de a bordo.

Bien podía ser que escribiese a su amada llenando el papel con versos ingenuos y simples, como la florecilla azul que apunta en el alma de toda pasión germánica. Y al adivinar el amor en estos esclavos de la responsabilidad que velaban por la suerte del pueblo flotante, lo veía único, noble, rectilíneo, lo mismo que el deber y la disciplina que mantenían a todos en sus puestos.

En esos países donde hay siempre margaritas que deshojar, versos ingenuos en los abanicos, novias que juran, desde una reja nocturna, el amor vitalicio de Angelina. Allá te va esa novela, lector amigo; allá te van esas páginas desaliñadas o incoloras, escritas de prisa, sin que ni primores de lenguaje ni gramaticales escrúpulos hayan detenido la pluma del autor.

Su inalterable alegría era contagiosa; yo corría y jugaba con ella como un chiquillo. ¡Hermoso tiempo en efecto! Todo eso ha pasado, concluido... Jaime se mordió los labios para no reír; observó que el sentimiento exaltado convierte a los más inteligentes en seres ingenuos como niños. Mi buen Juan, todo el mal proviene de que hemos crecido.

Siento por él una simpatía de clase: era un poeta. En su libro de Las Profecías se han encontrado versos mediocres, pero ingenuos, que indudablemente son de él.