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Pero Agapo insistió. ¿Qué mal había en ello? ¿acaso iba a mancharse los dedos y a condenarse a infierno perpetuo por recibir la cartita del primo y dejarse querer? ¡Porque Quilito la quería, la adoraba! ¿y no era lógico esto, que se adorase a una santita como ella?

Nuestra es la culpa. UNO DE LA JUNTA. Pero, así no vamos a acabar nunca. EL ALCALDE. Mi querido amigo, ya que tenemos tan pocas ocasiones de popularizarnos, aprovechemos ésta. Es cuestión de un momento. Amigo mío, perdóneles usted, el fanatismo les extravía. EL GITANO. Ya lo veo. El Cielo te lo recompensará. JUANA. Tiene razón el pobre niño. , mujer, el Cielo o el infierno.

¡Infierno! ¿es que la desgraciada se ha vuelto loca? exclamó el gitano, y quiso tomar una mano de la joven, pero este movimiento le arrancó un grito penetrante. Su fractura era viva y sangrienta. De pronto se oyó un ruido, al principio sordo y confuso, en la dirección de la puerta del jardín.

Ahora, he aquí la carta de mi amiga Rosalía: «Los Carpinchos», julio 15 de 1916. Queridísima Marianela: No te puedes figurar cuánto te recuerdo desde este retiro de «Los Carpinchos» donde voy pasando el invierno, si no como en la gloria, por lo menos como en el limbo, que es el lugar intermedio entre la gloria y el infierno. No hay que ser ambiciosa, queriendo alcanzar el cielo de un solo golpe.

El sud-oeste, viento que corria Con una fuerza grande desmedida, Los árboles y piedras conmovia Por la gente andaba dolorida: Porque tanto ruido levantaba El viento, que al infierno figuraba.

"La familia es una tradición; tradición de glorias, de nombres, de honores, de virtudes y de recuerdos; y todo eso significa una misma cosa; amor, estimación y respeto a los mayores, es decir, a lo más generoso y conservador que hay en la familia". Con este motivo el conferenciante tronó contra la revolución, contra ese viento que sopla del infierno para destruir todo lo antiguo y glorificar lo nuevo, contra ese desprecio bárbaro de las costumbres, de las leyes, de las instituciones, de las glorias de nuestros antepasados.

Muy grande atrevimiento dijo don Cleofás ha sido quererlas apostar contigo, siendo el demonio más travieso del infierno, y no te la hará nadie que no te la pague.

Confías tu tesoro a cualquiera por su linda cara, y crees porque quieres; y si mañana tu tesoro desaparece, llamas ladrón al depositario, debiendo llamarte imprudente y necio a ti mismo. Por piedad, déjame, voz del infierno. Concluyo: inventas palabras y haces de ellas sentimientos, ciencias, artes, objetos de existencia. ¿Política, gloria, saber, poder, riquezas, amistad, amor?

El minero desciende al infierno de los tiempos modernos, sin más guía que la chispa de su linterna, y arranca de las capas de las primeras edades reliquias de la infancia de la tierra, los árboles carbonizados que dieron sombra a las monstruosas bestias de la prehistoria.

Y no obstante trascendía a clérigo, revelándose el sello formidable de la ordenación, que ni aun las llamas del infierno consiguen cancelar, en no qué expresión de la fisonomía, en el aire y posturas del cuerpo, en el mirar, en el andar, en todo. No cabía duda: era un sacerdote.