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¡Oh!, entonces el furor del infeliz don Mariano estalló terrible y alborotado como el del mar en momentos de borrasca, como el de un volcán en erupción. Su atlética figura cayó sobre el grupo de curiosos que tenía más cerca y lo deshizo del primer empuje, volcando a los hombres por el suelo cual si fuesen de paja. Los que quedaron en pie huyeron, sin esperar la segunda arremetida.

Y ¿cuáles son los indicios? Algunas horas ántes de encontrarse el cadáver, el infeliz se encaminaba hácia el lugar fatal, y no falta quien vió que estaba leyendo unos papeles, que se detenia de vez en cuando, y daba muestras de inquietud. Por lo demas es bien sabido que estos últimos dias habia pasado disgustos, y que los negocios de su casa estaban muy mal parados.

Pero tal como es el alma mía, cualquiera que fuese la capacidad que originalmente pudiera existir en para el bien, todos los dones de Dios, los más selectos y escogidos, se han convertido en otros tantos motivos de tortura espiritual. Ester, ¡yo soy inmensamente infeliz!

Me asombré de la frescura con que la infeliz niña decía claramente que engañaba a su mamá. Vaya usted a casa. A nosotras no nos dejaban hablar con usted, pero nos entretuvimos mirándole. ¡Mirándome! , ; a todo el que va a casa le examinamos y le medimos las facciones línea por línea.

Amigo, cuando no dan más en la puja, hay que decir lo del otro gitano del cuento... Se confesó de haber robado tres pesetas, y el cura le dijo: «¿No te da vergüenza, infeliz, de condenarte por tres miserables pesetas?...» «¿Y qué quería usted que jiciese, si no había más?...»

Fué causa, segun dicen, esta muerte Tan fuera de razon, contra justicia, Del funesto suceso, horrible, y fuerte Del infeliz D. Pedro y su milicia. Que echada esta envidiosa y cruda suerte Con tanta cobardía y gran malicia, Comenzò

Si Dios no me da mejor fortuna que á ese infeliz, dijo Roger al barón, hacedme la merced de decir á vuestra hija que he muerto pensando en ella y con su nombre en los labios. Las lágrimas asomaron á los ojos del noble guerrero, que poniendo ambas manos en los hombros de Roger lo besó cariñosamente.

Hombre de Dios dijo la infeliz mujer, dejando a un lado el trabajo, que aquel día no era pintura, sino costura , has comido, ¿verdad?... Buena la hemos hecho... Le miraba con más lástima que enojo, y con cierta tranquilidad relativa, como se miran los males ya muy añejos y conocidos. « Fuertecillo es el ataque... Corazón, ¡cómo estás hoy!

Mala tarde y peor noche pasaron, pensando en las dificultades y aprietos que de nuevo se les ofrecían, y a la siguiente mañana la infeliz mujer ocupaba su puesto en San Sebastián, pues no había otra manera de defenderse de tantas y tan complejas adversidades. Cada día mermaba su crédito, y las obligaciones contraídas en la calle de la Ruda, o en las tiendas de la calle Imperial, la abrumaban.

Mis necesidades, los apuros de este infeliz y la urgencia de pagar los gastos de mi pleito, me hacen cerrar los ojos... El honor me echa hacia atrás; la ansiedad de satisfacer mis necesidades me echa hacia adelante. Pues no hay otro remedio, adelante. Aún es demasiado temprano. Se ha ido. Me levantaré.