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Esta costumbre es verdaderamente pintoresca, infantil, encantadora, patriarcal. No he visto en mi vida á esas mujeres, no las he mirado á la cara, y las tengo cariño, porque tengo cariño á las yerbas que tocan, á esta vida que llevan, á este aire que respiran.

Se creía hasta hace poco tiempo que era algo extraño a las fuerzas que obran dentro de nuestra naturaleza física. ¡Error profundo! Uno de tantos sueños como han turbado la mente infantil de nuestros antepasados. La moral es el resultado de una de tantas combinaciones en que descansa el desarrollo orgánico del animal humano.

Convengo en que así pueden disculparse los hechos referidos en el Romancero de El Niño de Nazaret, donde el coloquio con la Samaritana, la resurrección de Lázaro, el perdón de la mujer adúltera y otros pasajes de los santos Evangelios se leen prefigurados y escritos en narración infantil y como lectura propia para niños.

De pronto, Jaime sintióse empujado por una fuerza irresistible. El gran cráneo le sonreía burlonamente, « también: ¿por qué resistirte a tu destino?» Y se encontraba adosado a la rueda, confundido con aquella humanidad crédula e infantil, pero sin el consuelo de su dulce engaño.

Luego, una vecina le cogió en sus brazos, sin contestar a las preguntas que la hacía él con infantil balbuceo. «¡Hijo mío! ¡pobrecitoera lo único que sabía decir aquella mujer: se acordaba bien.

Desde el momento que se desprende de su enemiga el agua, encuéntrase con otra enemiga, la tierra, y su pesado pulmón le aplasta. Sus magníficos orificios auriculares, la espléndida columna de agua que lanza á treinta pies de altura, son indicios, testimonios de una organización infantil y bárbara.

Las flores todas, artísticamente combinadas, aparecían sueltas, ostentando cada cual su propia forma perfectamente unidas al todo. Marta levantó el ramo en alto, diciendo con orgullo infantil: ¿No está bien?..., ¿no está bien?

Su inteligencia infantil no podía darse cuenta de que un ser tan hermoso aborreciese a quien no le había hecho ningún daño, y persistió cándidamente en su amor platónico. Mas a la postre no tuvo más remedio que percibir que se le declaraba la guerra, ¡guerra bien injusta por cierto, y bien desigual! Sintió las espinas de aquella rosa espléndida, y quedó confuso y apenado.

Hay allí ese espíritu aventurero, esa galantería varia y confusa, esa poesía melancólica, apasionada, infantil, inocente, pero arrebatadora, de los edificios de la edad media, ora sea un templo, ora un palacio, ora un castillo, ora una cárcel.

Cuando hayamos, en fin, comprendido á la fuente con exacta perfección, entonces será nuestra fiel asociada en la obra de embellecimiento del globo; entonces apreciaremos prácticamente su encanto y su belleza, y nuestras miradas no serán ya de infantil admiración.