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»¿Quién sería capaz de hacer verter a ese ángel, a un ser tan bueno y delicado, a quien una palabra algo severa lastima, a quien un pensamiento celoso causaría la muerte? Sería una infamia, y ya me conoce usted, querido tutor, y sabe que no soy ningún infame. »Su hija será feliz, padre mío. Ya ve que le llamo padre: ésa es otra costumbre que usted no querrá extirpar.

Te lo juro... No parece sino que yo te he engañado alguna vez. ¡Qué cosas tienes!... Pero te has de acostar... Si no tengo sueño, a Dios gracias. Cuando duermo algo, sueño que soy hombre, es decir, que la bestia me amarra, me azota y hace de lo que le da la gana... ¡Infame carcelero! Impaciente, Fortunata se lanzó a las determinaciones que exigen los casos graves.

En cambio la intendenta apretó de firme, sobre todo en la declamación: al echar los brazos al cuello a Rivera para retenerle, estuvo inimitable. Cuando bajó el telón, tío Manolo, desesperado, saltándosele las lágrimas, agitó los puños contra el suelo exclamando: ¡Infame tierra! ¿por qué no te abres y me tragas?

¿Conque se me hace esperar en la cámara por Uceda, que está en la recámara? dijo el duque ; ¿con que el rey se olvida al fin de lo mucho que me debe? y... mi hijo... ¿qué hubiera sido de mi hijo sin ? ¡Esto es infame! Vendido ó abandonado por todos... ¿y qué hacer? ¿qué hacer?

¡Oh! ¡no diga usted que el enredo no estuviese ya arreglado de antemano, pues que lo estaba! decía a voces. Y juzgue añadió del corazón del infame, que abandona a su propia hija, de un modo tan inhumano. ¡Es una solemne desvergüenza! tartamudeó el coronel sin la menor idea de lo que estaba diciendo.

Doña Clara miró aquel papel. ¡Ah, infame! dijo ; ni un sólo momento ha pensado en ser leal á vuestra majestad. ¡Cómo!, yo creo que cuando don Rodrigo escribió su memorial obraba de buena fe. Esta no es su letra, señora. ¡Que no es su letra! ¿Y cómo lo sabes ? Como que me ha escrito más de una y más de tres cartas de amor. Pero yo he sido más cauta.

En esta batalla de la luz contra las tinieblas, yo combato por la luz; pero tal vez imagino que me paso al enemigo, que soy un desertor infame; y oigo la voz del águila de Patmos que dice: «Y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz»; y entonces me lleno de terror y me juzgo perdido. No me queda más recurso que huir.

Dorotea necesita vengarse, y para vengarse te llama. eres mío y yo uso de ti. ¿Qué importa una muerte más? ¿No mataste anoche al amante de tu mujer? ¡Le mató Dios, le mató Dios! ¡Yo solo fuí la mano de Dios! Pues bien, seguirás siendo la mano de Dios, porque haciendo lo que Dorotea te mandará, habrás matado á ese infame. Pensadlo bien, Manuel, pensadlo bien. Lo tengo pensado. ¿Y decís que...?

Maximiliano insistió en que había sido una gran falta pedir amparo al mismo Juanito Santa Cruz, a aquel infame, cuando volvió ella a Madrid y le cayó su niño enfermo. «Pero, tontín, si no es por él, no hubiéramos tenido con qué enterrarle» dijo Fortunata saliendo a la defensa de su propio verdugo. Primero le dejo yo insepulto, que recurrir... La dignidad, hija, es antes que todo.

Y como si aquello fuese castigo providencial ó por lo menos advertencia saludable, después de grave y prolongada meditación, en que me eché en cara sin piedad mi conducta infame y ridícula, canté sin rebozo el yo pecador y resolví obedecer á mi esposa inmediatamente.