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Allí se descubren mil inefables misterios de amor, allí se comunican sentimientos que por otro medio no llegarían a saberse, y se recitan poesías que no caben en lengua humana, y se cantan canciones que no hay voz que exprese ni acordada cítara que module. Desde el día en que vi a Pepita en el Pozo de la Solana, no he vuelto a verla a solas.

Allá, a lo lejos, en lo interior, columbrábanse las cimas de las montañas, bañadas de un transparente vapor violáceo. El pensamiento de Marta rompió la tupida nube que lo encerraba en un piélago de confusiones y vaguedades, y en su alma asomaron de golpe un sinnúmero de recuerdos dulces e inefables como otros tantos puntos luminosos de que estaba sembrado el cielo sereno de su vida.

Las aspiraciones todas del espíritu, la fe en el mérito y excelencia de un ser extraño, el ansia de inefables placeres, todo, según dicen, se pone y se busca en el amado, el cual sólo podría tener rival en Dios, si lográsemos mortificar y aniquilar nuestro cuerpo y convertirnos en espíritu puro. Para la mujer amante no tiene, pues, ni puede tener en la tierra, rival el amado.

Los que poseen estas almas carecen de sentidos. Algunas veces he reflexionado sobre esta idea que tengo: ya no si estoy en un error, porque puede ser que haya, tal vez para ellas, en la eternidad otro género de felicidades más tranquilas y menos inefables que las que serán otorgadas a las almas ardientes y sensibles, que parecen haber recibido mayor cantidad de espíritu de vida y de amor; pero así tampoco serán ellas más reprensibles, si desprecian sus tesoros o si los prodigan tontamente a viles criaturas que no pueden dar en cambio otra cosa que la muerte y la nada! ¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! yo he probado frecuentemente y con grande amargura este error cruel que se encuentra siempre adherido a todo lo que no sois Vos.

Andrés parecía escuchar atentamente, pegado a las faldas de la zagala. Lo que hacía en realidad era contemplar con deleite sus labios, que semejaban hechos de carne de cereza, sus mejillas, que tenían el lustre de la manzana, sus ojos negros, donde brillaba el sol de la primavera. Sentía, al cabo de un rato, el mismo adormecimiento suave y feliz que le embargaba, cuando niño, escuchando los cuentos que le refería la costurera de su casa. Ahora se mezclaba con una embriaguez voluptuosa, que suspendía su pensamiento, le columpiaba en los espacios y le disponía a las efusiones tiernas, a los goces inefables, a los sueños de color de rosa. El monótono rumor de la acequia y el traqueteo suave y constante del piso trabajaban también por arrobarle. Rosa concluía su cuento.

Acordose de la fe pura y sencilla con que rezaba en el colegio ante la imagen de la Virgen y el ansia con que deseaba tener alas para lanzarse por los espacios azules y llegar hasta su trono de estrellas y cantar a sus pies las alabanzas de su hermosura inmortal; recordó las veces en que su padre le había dado a besar el retrato de su madre; recordó las dulzuras inefables que le causaba de niño la música que acompañaba a las procesiones, y la embriaguez que le producía el perfume del incienso, se le representaron los juegos de la infancia y el cariño vehemente apasionado que sintió cuando niño por su hermanita Julia...

Se puede decir, sin hipérbole, que es un brujo de las rimas, de las inefables palabras musicales, donde vierte su alma mística y pagana, ferviente, pecadora, universal. ¡Pobre Verlaine, mendigo, borracho y solitario! ¿De qué sideral armonía estaba henchido tu triste corazón, que era al par una gusanera de pecados mortales?

Los días para la Regenta se deslizaban suavemente. El Magistral, su maestro, y don Víctor, su discípulo, eran los compañeros de su vida al parecer sosa, monótona, pero por dentro llena de emociones. Seguía encontrando en la oración mental delicias inefables.

Triste es la vida, , bella criatura, Pero tambien en ella hay gratas flores, Que llenan con suavísimos olores El sendero, que lleva á la virtud; Hay tambien sus delicias inefables En llenar los deberes de la esposa, La mision de la madre cariñosa, Y aliviar la cansada senectud.

Mi alma también se siente como la de usted triste y fatigada; mas por eso mismo, y conociendo que la soledad no disiparía su tristeza ni aliviaría su fatiga, quiere el dulce apoyo de una compañera, no para lanzarse con ella en busca de violentas emociones, sino para hallar en ella la paz que le falta y el bien y el regalo que sólo pueden calmar la sed que siente de inefables venturas.