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Este adjetivo ejercía sobre su organismo un efecto extraordinario, mágico, una sensación de deleite inefable que se le advertía en el brillo inusitado de los ojos y en el movimiento de trepidación del bigote. Así que sin darse cuenta de ello, el ingenioso Sánchez declaraba morbosas casi todas las cosas de este mundo.

Mataré, gozaré después de aquel amor inefable, infinito, que no he catado nunca y que ella me ofreció en cambio del sacrificio que le hice de mi razón, y luego nos consagraremos ella y yo a hacer penitencia y a pedir a Dios perdón de nuestra culpa. ¡Bonito programa, , señor, bonito contrato! Sólo que ya no puede realizarse, porque falta una de las partes. ¿Qué parte?

Clara tembló, porque creía que la devota la iba á reprender duramente, como de costumbre, por su equivocación, pero ¿cuál fué su asombro al ver que la santa desplegó suavemente los labios, se sonrió con una expansión inefable, que nadie, absolutamente nadie, había observado jamás en aquella casa, y acabó por reír con franqueza y desahogo, cosa fenomenal y nunca vista en tan ejemplar mujer?

El órgano, soltando en trémolo sus registros más gangosos, contribuyó poderosamente a hacer más solemne y conmovedora la bajada del Hijo de Dios a las manos del hombre. Gil sintió estremecerse su cuerpo bajo la impresión. Una alegría inefable subió del fondo de su pecho y le apretó suavemente la garganta.

El cura parecía absorto, derramaba lágrimas, y en su semblante honrado y dulce había desaparecido toda sombra de melancolía, iluminándose con una dicha inefable.

¿Encontraré piedad en las almas ideales que viven de ilusiones, si hago la confesión sincera de haber sentido un placer inefable, en unión con mi joven secretario, cuando nos sentamos a la mesa del Saint-Simon, que se nos dio una servilleta blanca como la nieve y recorrí con complacidos ojos un menú delicado, cuya perfección radicaba en el exiguo número de pasajeros?

Tendido boca arriba en el césped, contemplaba sin pestañear el firmamento, sumergiendo la mirada en sus profundos senos azules, pensando algunas veces descubrir detrás de ellos algún inefable misterio. Aquella posición le mareaba al cabo.

Aquel sueño de redención y de paz había pasado, y su reciente recuerdo difundía en mi ser una calma inefable; ya mi aliento no salía ronco y fatigoso de mi pecho: la vida me era fácil: el sol que penetraba por las ventanas del jardín, tenía color de gloria: mis ojos veían luz: mi pecho respiraba aire: parecíame que el espacio era armónico, que todo me sonreía, que todo se asociaba a mi felicidad.

Entonces en el fondo de misma en la región oscura donde nacen las sensaciones ignoradas le pareció sentir algún pesar... ¿Por qué? A este pesar, a esta indecisión sentimental, se unía confusamente una inefable dulzura de impresiones nuevas; la confesión de aquel sentimiento sorprendido tan inopinadamente, inundaba su alma de una extraña melancolía.

Del renacer de las esperanzas humanas; de las promesas que fían eternamente al porvenir la realidad de lo mejor, adquiere su belleza el alma que se entreabre al soplo de la vida; dulce e inefable belleza, compuesta, como lo estaba la del amanecer para el poeta de Las Contemplaciones, de un «vestigio de sueño y un principio de pensamiento».