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El joven cosaco estaba emparentado con personajes influyentes y su muerte contribuía al descrédito total de la hermana. Aún no había convalecido Miguel Fedor completamente de sus heridas, cuando recibió la orden de salir de Rusia. El zar lo desterraba por tiempo indefinido. Podía vivir en París al lado de su madre.

Llevaba raído el uniforme, sujetas las alpargatas una con cinta y otra con tomiza, y puesta sobre el capote una manta de color indefinido, en cuyos pelos habían quedado prendidas briznas del maíz seco sobre que pasó la noche. ¡Trae el fusil, modrego, que no pués con tu alma! dijo de pronto a su compañero, viéndole anhelante y fatigoso.

Esa maravilla resumía para todos los progresos y la gloria del hombre, toda la divinidad de este sér que, hecho á semejanza moral de Dios, lleva en su mente los atributos inmortales del alma inteligente y pensadora, Cada rueda, cada cilindro, cada miembro de la máquina del Bogotá me parecía la imagen de cada uno de los músculos y los órganos vitales del hombre, Allí estaba concretada toda la historia de la humanidad, porque esa máquina animada por el hombre era el movimiento, la fuerza, la tenacidad, el genio, la fe, la vida, el espíritu, la luz, la civilizacion, el progreso indefinido y eterno.

Esto á mas de ser muy curioso, es sobre manera importante; á causa de que presenta bajo un aspecto muy sencillo un conjunto de conocimientos que en la actualidad abarcan un campo inmenso; campo cuyos límites pueden retirarse continuamente, y que en efecto se retiran, sin que se alcance ningun término posible á este progreso indefinido.

Imaginemos el mundo como un inmenso vaso en que están contenidos todos los cuerpos: vaciémosle de repente; aquí una cavidad con espacio igual al universo. Figurémonos, que mas allá de los límites del mundo, hay capacidad para otros cuerpos, aquí el espacio sin fin ó imaginario. El espacio se nos presenta á primera vista, si como infinito, al menos como indefinido.

Se sentía fuerte y con voluntad de obrar; impulsábalo a ello un instinto ciego, indefinido, y obedecía a él; era el comandante de campaña, el gaucho malo, enemigo de la justicia civil, del orden civil, del hombre decente, del sabio, del frac, de la ciudad, en una palabra. La destrucción de todo esto le estaba encomendada de lo alto, y no podía abandonar su misión.

Y lo que D. Anselmo afirmaba de la vida total del mundo, lo afirmaba tan bien de la vida de cada individuo. Durante dicha vida podía observarse el desenvolvimiento gradual, hasta que la vida acababa. Pero antes del nacer y después del morir, D. Anselmo sostenía que no atinaba a ver nada: eran dos profundidades tenebrosas, dos insondables abismos, en medio de los cuales se manifestaba la vida. Y las profundidades y los abismos se hallaban como cubiertos de la sustancia, de la materia, de esto que afecta nuestros sentidos, que no podemos concebir sin accidentes y sin formas, que no podemos concebir mudando formas y accidentes; pero que en lo esencial no puede ser aniquilado por la mente humana. La única metafísica ineludible de aquel enemigo de la metafísica era la eternidad de ese ser indefinido y vago.

Así han dicho que era indefinido el espacio, los que no han visto medio de señalarle un límite, y consideraban que no era conveniente apellidarle infinito.

Nunca como aquella tarde, después del larguísimo encierro, sintió de modo tan fuerte la tentación de la mujer. ¿Sería, en verdad, un soplo maldito ese incentivo que llegaba en las ondas del aire, ese almizcle indefinido de la hembra, que hacía temblar a los santos y contra el cual los conventos levantaban sus poderosas murallas sin aberturas? ¿No fue, acaso, el Divino Alfarero quien torneara con visible complacencia las formas de aquella ánfora maravillosa? ¿Cómo podía ser tan grande pecado gustar sus delicias? ¡Ah! ¿por qué tanto miedo y tanta pena? ¿Por qué no gozar de una bella criatura como del fruto de un árbol? ¿Por qué aquellas que le expresaban con cautelosa mirada su deseo no venían a ofrecérsele ingenuamente, una a una, como en los sueños? ¿Por qué tanto pavor entremezclado al más delicioso consuelo del mundo?

Descendiendo sin cesar y creciendo constantemente, el arroyo se vuelve estrepitoso; cerca del nacimiento apenas si su arrullo era perceptible; en ciertos puntos, para oir el susurro de las aguas es preciso prestar mucha atención, escuchando de un modo indefinido el pequeño estremecimiento de la hierba y el choque insensible contra las pequeñas piedras; pero he aquí que el pequeño arroyo habla con voz clara, luego se hace ruidoso, y cuando corre por rápidas pendientes ó se arroja en cascadas, su ruido lo repercuten los ecos del bosque y las concavidades del monte.