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Los parajes de alguna feracidad no estaban ocupados por granjas, sino por conventos, y al borde de las escasas carreteras vivaqueaban las partidas de bandoleros, refugiándose, al verse perseguidos, en los monasterios, donde les apreciaban por su religiosidad y por las muchas misas que encargaban para sus almas pecadoras. La incultura era atroz.

Se ha dicho que "ser el mejor entre los presentes es la manera más segura de empeorar", y, en efecto, el individuo se encuentra entonces en la situación de un cuerpo de elevada temperatura en medio de otros que la tienen baja. Cediéndole calor o cultura, y no recibiendo de ellos sino lo inverso, el enfriamiento o la incultura, no hace más que levantar la ajena, si acaso, y rebajar la propia.

La Iglesia Primada era para él la segunda casa de Dios, después de San Pedro de Roma, y las ciencias eclesiásticas un haz de rayos de la divina sabiduría que le cegaban, adorándolos con el respeto profundo del ignorante. Tenía la santa y firme incultura tan apreciada por la Iglesia en otros siglos.

El médico hablaba en nombre de la ciencia, para la cual la falta de moralidad y el crimen sólo son resultados de la incultura ó de una regresión parcial del cerebro. Además, ¿de dónde sacaba Urquiola que porque no existiese una sanción divina para la moral, porque el hombre no sintiera el temor á los castigos eternos, se había de entregar á la violencia atropellando á sus semejantes?

Con su intransigencia provocaba la revolución de la Reforma en los países del Norte; y arrojado de ellos, venía aquí a renovar en tierra nueva su incultura y su fanatismo. El terreno estaba bien preparado. Al morir las ciudades libres, aquellos municipios que eran republicanos, murió el pueblo.

Si bien estas gentes no conservan el grado de cultura que en aquellos tiempos les valió el nombre de raza civilizadora, su incultura no es tal que pueda llamárseles con justicia salvajes.

Y reía mirando á su primo con ojos compasivos, mientras contestaba á sus razonamientos.... ¡Querer luchar con aquellas gentes, en la amplitud de la libertad, cuando llevaban como ventaja varios siglos de dominación, la incultura del país, la servidumbre de la mujer encadenada á ellos por el sentimentalismo de la ignorancia! ¡Cuando contaban con el apoyo del rico, de tradicional estolidez, que, atormentado por el remordimiento, compra con un trozo de su fortuna la seguridad de no ir al infierno!... Mientras aquellos enemigos existieran, serían estériles todos los esfuerzos para reanimar el país.

Lo esencial del saber, lo que saben los niños y los paletos, ella lo ignoraba, como lo ignoran otras mujeres de su clase y aun de clase superior. Maximiliano se reía de aquella incultura rasa, tomando en serio la tarea de irla corrigiendo poco a poco.

Para vivir tranquilos y sustentarse en una época de incultura, los poetas buscaban la sombra de la Iglesia y se cubrían con sus hábitos. Lope de Vega, Calderón, Moreto, Tirso de Molina, Mira de Amescua, Tárrega, Argensola, Góngora, Rioja y otros, eran sacerdotes, muchos de ellos después de una vida borrascosa.