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33 Y estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de un demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, 34 diciendo: Déjanos, ¿qué tenemos contigo Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios. 35 Y Jesús le increpó, diciendo: Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.

El grupo de enviados del gobierno avanzaba hacia el caído, y Flimnap lo increpó. Esto es una infamia. Ustedes me han dado palabra de que el Gentleman-Montaña no corría ningún peligro. Pero el más viejo repuso fríamente: El gobierno no puede dejarlo en libertad, para que se permita nuevas insolencias. Hemos cumplido las órdenes de nuestros superiores.

El moribundo hizo un esfuerzo para incorporarse, sin conseguirlo... Y Sancho, poniéndose de pie, increpó a Don Quijote: ¿No ve vuestra merced que don Miguel es inválido por carecer de un brazo, y que en este momento se nos muere? Antes le debemos socorro que insultos y ataques. Lo cortés no quita lo valiente, una mano lava la otra y cada oveja con su pareja...

42 Y mientras se acercaba, el demonio le derribó y despedazó; pero Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo volvió a su padre. 43 Y todos estaban fuera de de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:

Gallardo había vuelto la cara y encogido el brazo en el momento de matar. El animal llevaba en el cuello el estoque cimbreante y suelto, y a los pocos pasos la hoja de acero saltó de la carne, rodando por la arena. Una parte del público increpó a Gallardo. Estaba roto el encanto que lo había unido al espada al principio de la fiesta.

Tenía agachada la cabeza, de modo que el cuello de la camisa se le separaba un poco del pescuezo, en la parte de atrás, dejando algo como una rendija... ¡Pues por esa rendija sintió de pronto que se le colaba un líquido helado y le corría a lo largo de la espina dorsal!... Dio vuelta la cabeza dispuesto a castigar severamente al bromista, encontrándose con un apuesto capitán que tenía en la mano una botella de champaña «frappé»... ¡Era el capitán Pérez!... El lo increpó duramente pidiéndole su tarjeta para mandarle al siguiente día sus padrinos...

Guy envainó la espada, tomó una, la alzó, la miró, tendió el brazo, y dijo: ¡Por las glorias del rey de Francia! Mas viendo que no se movía Manuel, lo increpó de nuevo: ¡Toma pues la otra botella, animal, y no me mires así! Te he dicho que no soy la Virgen María. Empuñó Manuel tembloroso la otra botella y la acercó a los labios...

21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen mi palabra, y la hacen. Y partieron. 23 Pero mientras ellos navegaban, él se durmió. Y despertado él, increpó al viento y a la furia del agua; y cesaron, y fue hecha grande bonanza. 25 Y les dijo: ¿Qué es de vuestra fe?

Inmediatamente increpó a maese Manuel, que le miraba azorado: ¿Qué haces ahí, zopenco, que no destapas las botellas? Pareces el arcángel Gabriel que esculpió maese Nicolás para la capilla de la reina Margarita. ¿Soy acaso la Virgen para que me anuncies el nacimiento del niño Jesús? En un abrir y cerrar los ojos, las botellas estuvieron abiertas.

Cuando doña Rebeca entró en la sala y se acercó al grupo, viendo la cara mortal del enfermo, increpó a la niña. ¿Le estás ahogando? Ella apartóse prontamente, diciendo: ¿Yo? Y al soltarse de aquel brazo ardiente vió con horror cómo el cuerpo de don Manuel se desplomaba sobre el respaldo de la silla. Miraba el moribundo a Carmen con una angustia infinita.