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Sacrifican así, esos espíritus escogidos, una gloria seria y permanente, por una gloria inconsistente y del momento. Cané principió por dejarse seducir por el diarismo político y derrochó un espléndido talento en escribir artículos de combate que, deslumbradores fuegos de artificio, vivieron lo que viven las rosas, el espacio de unas horas. ¿Quién se acuerda hoy de ellos?

Los literatos ignorantes, los que juzgan que basta escribir una novela agradable o un drama interesante sin preocuparse de los grandes intereses sociales y de los problemas científicos, son los que aún dominan. De ahí procede ese arte frívolo, inconsistente, sin enjundia que durante tantos siglos nos ha inmovilizado y con el cual es preciso acabar.

Para un hombre tan metódico como míster Robert, que tenía clasificadas las horas del día y llevaba el debe y haber de su vida, con la misma escrupulosidad que el libro mayor de la casa, el carácter inconsistente de su socio, aquella falta de instrucción y de juicio, que denotaba en sus actos y en sus palabras, no podía inspirarle confianza ni simpatía.

Si los árabes produjeron algo original, fue en arquitectura, aunque tal vez tomasen mucho del arte bizantino y de la arquitectura de la India y de la Persia y de otras regiones que invadieron ó conquistaron. Aun así es de notar y de deplorar la vida efímera é inconsistente de los monumentos arábigos.

En lo exterior la figura inconsistente de Fray Miguel, sin color, sin energía y sin carácter propio, se esfumaba en el espacio e iba lenta y desabridamente a desaparecer en el tiempo.

Toda su beldad, todo su resplandor, todo su atractivo, no es más que el reflejo de ese sol increado, no es más que la chispa brillante, transitoria, inconsistente, de aquella infinita y perenne hoguera. Mi alma, abrasada de amor, pugna por criar alas, y tender el vuelo, y subir a esa hoguera, y consumir allí cuanto hay en ella de impuro. Mi vida, desde hace algunos días, es una lucha constante.

Claro está que ni por el brío, ni por la virtud militar y política, debe ni remotamente compararse Carlos III con los Reyes Católicos, pero los iguala, y, prescindiendo del adelanto moral que han traído los siglos, les lleva no corta ventaja en buena intención, en dulce amor á los súbditos y en benigna blandura, á pesar de la tiránica expulsión de los jesuítas, y, sin embargo, todo lo que hizo Carlos III tuvo algo de inconsistente y de efímero, volviendo á caer España en su anterior abatimiento, del cual, salvo el glorioso paréntesis de la Guerra de la Independencia, no se ha levantado todavía.