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La sala estaba llena de agricultores de las cercanías, a quienes tanto dinero por pedazos de tierra los sumergía en una especie de respetuoso estupor. Sin embargo, M. Gallard se inclina hacia Sandrier, el abogado que hacía la oferta para él. Trábase una lucha entre Gibert y Sandrier. Llegan hasta dos millones quinientos mil francos. Breve momento de vacilación en Gallard.

Como consecuencia de un desprendimiento ó de trabajos subterráneos de algunos animales, la ribera concluye por presentar un punto débil al que la corriente ataca para destruir las empalizadas que encajonan el arroyo. Las raíces de los árboles quedan al aire, el agua mina la base del tronco, y, privado del punto de apoyo, se inclina por encima del agua.

Se llegan al presbiterio, se mueven vagarosos alrededor de la sepultura, tantean, se encorvan, y en silencio, con una rodilla en tierra, en un tácito acuerdo, comienzan a levantar la losa. Se les oye jadear. Cuando aparece el hueco negro, pestilente, húmedo, el viejo linajudo se inclina sobre él, y solloza con un sollozo sofocado y terrible de león viejo.

Don Gabriel presta su juramento, y se presenta de nuevo en la corte como si no estuviera enamorado: su corazón se inclina á Beatriz; pero los diversos objetos suyos, que poseen las Princesas, la simpatía que le manifiestan y otras circunstancias casuales que concurren en este enredo, le confunden de manera que, complicándose aquél más y más, ya que no podemos, por desgracia, descender á sus pormenores, se resuelve al cabo casándose el caballero, como ardientemente deseaba, con la princesa Doña Beatriz.

Juan aprieta los dientes, un estremecimiento sacude sus brazos como si a pesar de él, fuesen a abrazar a Gertrudis. Ella inclina lentamente su cabeza sobre el hombro del joven y su mirada clara y brillante se alza hacia él; pero de pronto lanza un grito agudo... su pie dolorido, que se arrastra penosamente por el suelo, acaba de tropezar con una piedra.

El trineo, por el estrecho camino, se inclina á veces hacia la pared de la montaña, á veces hacia el precipicio; porque el abismo está allí, se pasa por su borde, se le sigue á lo lejos en perspectivas inmensas, como si al caer debiera irse á parar á otro mundo.

1 Hijo mío, está atento a mi sabiduría, y a mi inteligencia inclina tu oído; 2 para que guardes consejo, y tus labios conserven la ciencia. 4 mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como cuchillo de dos filos. 5 Sus pies descienden a la muerte; sus pasos sustentan el sepulcro; 7 Ahora pues, hijos, oídme, y no os apartéis de las razones de mi boca.

¿Cuál desventura, oh ciudad, ha vuelto en tan triste estado tu grandeza y majestad, y aquel palacio sagrado en estrago y soledad? ¿Quién á mirarte se inclina y á tus muros derrocados por la justicia divina, que no vea en tus pecados la causa de tu ruina? ¿Quién te podrá contemplar, viendo tu gloria perdida, que no desee que un mar de llanto sea su vida para poderte llorar? ¿Cuál pecado pudo tanto que no te conozco agora?

Desde mi alto sitial, indiferente, Contemplo al pueblo que ante mi se inclina; La pobre humanidad triste y doliente Que por la senda del ideal camina. Me encuentro solo, sin ningún recelo A los Zoilos pedantes y ruines. Yo tengo por bandera el ancho cielo, Vibra mi voz en todos los confines.

Nada nos parece más injusto. Goethe no era resuelto panteísta; pero, si en alguna obra suya se inclina al panteísmo, no es por cierto en el FAUSTO, donde más bien le contradice. Es verdad que para afirmar esto debemos dar por sentado que entendemos la segunda parte, y es opinión muy común que nadie la entiende.