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El comandante hizo una defensa acabada y fogosa de la mujer sevillana. Según él, ésta es viva y ardiente, pero no vanidosa, lo cual suprime uno de los grandes incentivos, acaso el más capital, que la mujer tiene para caer. El fuego de su alma, al casarse, se convierte en ternura y abnegación. Exige que se la ame, no que se la adorne.

Sin incentivos, sin alicientes, la capacidad de inventar no pasará de la condición pasiva a la condición activa, del estado latente al estado patente, o pasará sólo en el género y en la medida en que los haya.

Ofrecióse naturalmente a la inteligencia entre tantos incentivos de investigación, el de los bajeles con que quedó rota la barrera temerosa del Océano, vehículos en que el insigne almirante y la gente española llevaban la Cruz civilizadora y habían de traer el conocimiento de un Hemisferio ya ligado al viejo; vehículos por muchos considerados malas barcas desprovistas de cubierta; por no pocos estimados como Fustas incapaces casi de navegar, y por los más y más entendidos, embarcaciones pequeñas y toscas de estrafalaria forma, lanzadas á merced de las olas con insuficientes medios de propulsión y de gobierno.

Hermosa mañana aquella en que me dirigí a pie al palacio de la Princesa, llevando en la mano un ramo de preciosas flores. La razón de estado excusaba mi amor; y si bien las atenciones que prodigaba a mi supuesta prima eran nuevos incentivos a la pasión que me impulsaba, me unían también más estrechamente al pueblo de la gran ciudad, que adoraba a la Princesa.

Ronzal, como otros días, defendía en tesis general la moralidad presente, debida a la restauración. Vamos, que usted, Ronzalillo, en estos tiempos de moralidad... dijo el alcalde, con su malicia de siempre. Sonrió un momento Trabuco, pero recobrando la serenidad exclamó: Ni yo ni nadie; créanme ustedes. En Vetusta la vida no tiene incentivos para el vicio.

Es la única comedia de Calderón, en que lo grosero y lo ordinario se usan como incentivos de lo cómico; con libertad extraordinaria eleva lo más bajo, y hasta se mofa en apariencia de mismo, de todo el mundo y de su propia obra.

Porque su taimada abuela echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos años y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos para acrecentar su caudal; y así, se los procuró y buscó por todas las vías que pudo, y no faltó poeta que se los diese.

En primer lugar, el amor del alma se confunde muy a menudo con los antojos del cuerpo; pero, aunque no se confunda, el amor, o lo que sea, se acaba luego, porque no duran más los incentivos que le producen; o si se conservan, pierden el encanto por la costumbre de verlos; el resultado es el mismo; lo que se llama amor, desaparece, y la venda se cae; y entonces, cuando los ojos contemplan asombrados lo muchísimo desconocido que tienen delante, la codicia de ello inflama los apetitos, y el hombre más sesudo y morigerado olvida sus deberes y se hace un glotón de cuanto ve.

Hay no pocos extremos hasta donde no llega mi ciencia, si bien presumo que no es tan sereno y firme el juicio en quien duerme como en quien vela, y que tu voluntad, sin ser violentada por , pudo ceder más fácilmente que en la vigilia a los incentivos que en sueños se le presentaron.

Pues todo esto que yo te pinto son incentivos y despertadores de mi ánimo, que ya hace que el corazón me reviente en el pecho, con el deseo que tiene de acometer esta aventura, por más dificultosa que se muestra.