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Bien sabe Dios que no tuve nunca intención de cobrártelo; pero ahora añadió implorante es preciso, hijo mío, que me devuelvas en Carmen todo el bien que te hice. Cuanto yo pueda y valga se lo ofrezco a usted dichoso. Pues oye. Se recogió un momento a meditar, y dijo luego: ¿Qué juicio has formado de mi hermana? ¿Juicio?... Ninguno; ¡la he tratado tan poco! Pero, ¿qué impresión te causa?

Bebió la mujer con avidez su copa, y al ver que el otro dejaba intacta la suya, pasó por sus ojos una expresión implorante. Antes de la guerra, el whisky valía muy poco; ¡pero ahora!... Sólo los reyes y los millonarios pueden beberlo. ¿Me permite usted? Hizo Robledo un gesto indicador de que la cedía su parte, y ella se aprovechó con apresuramiento de tal permiso.

Fueron tres besos rápidos, fulgurantes, que sólo duraron un segundo; tres besos que hicieron pensar á Lubimoff si lo ignoraría aún todo en la vida, pues nunca había sentido el estremecimiento que circuló por su cuerpo desde el cerebro á los pies. ¡Más!... ¡dame más! Ella rió de su gesto implorante. Se acabaron las locuras... Otro día, ¡quién sabe!... Ahora vuelvo á mis preocupaciones.

Desde entonces la vida de los dos se desarrolló con violentas alternativas: primeramente discusiones buscadas por ella, que terminaban con golpes, y luego, tras la mirada implorante del esposo, la feliz reconciliación. Hasta le permitió que volviese al arte cinematográfico, siendo protagonista de varios films, cuyos argumentos se hacía relatar ella anticipadamente.

Además, miss Margaret estaba allí, arrodillada en la palma de su mano, tendiendo los brazos en actitud implorante, y no es correcto que un gentleman se deje rogar por una señorita que pide protección, y más si esta señorita es su novia. Miró hacia el puerto, que dominaba en gran parte con su vista. Luego volvió los ojos hacia la cumbre de la colina ocupada por la Galería de la Industria.

¡Sálvame, amor mío! seguía gimiendo el susurro implorante . Olvida quién soy... Piensa únicamente en la de Nápoles... en la que conociste en Pompeya... Acuérdate de nuestra felicidad á solas, de las veces que me juraste no abandonarme nunca... ¡ eres un caballero! Calló un momento la voz. Ferragut oyó pasos al otro lado de la puerta. Tòni cumplía sus órdenes.

El canónigo añadió, con tono que yo interpreté como implorante: ¿No me concederá usted el favor, si se lo ruego, de hacerme un poco de compañía? La súplica y el acento me repusieron en mi equilibrio habitual.

Mis doce ministros avanzaban con sus grandes carteras llenas de billetes; mi escolta me abría paso entre el gentío implorante de la escalinata; mis caballos se impacientaban, relinchando y coceando al darse cuenta de que algunos inteligentes se habían aprovechado de la aglomeración para manosear sus corvejones y sus ancas. Otra palabra, señor Spadoni: la última.

Lionel se limpió la sangre de una mejilla, y luego miró á su esposa con aquellos ojos de niño abandonado é implorante. ¡Oh, mi rey! gritó ella, refugiándose en sus brazos . ¡Pobrecito mío!... Perdóname; soy una loca. No te abandonaré nunca. Y durante todo el día, Gould conoció la más amorosa y sumisa de las mujeres.

Volvió los ojos: era Alicia, pero con un gesto ávido, con una expresión atrevida é implorante á la vez. ¿Tienes dinero?... Este rostro, esta voz, no eran nuevos para Miguel. Antes de la guerra, el Casino había sido el lugar de sus victorias más fulminantes é inesperadas.