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Por grande, por fervoroso que sea tu celo, es imposible que te ofusque hasta no dejarte comprender esto. Lo absurdo, lo inconcebible, es que me propongas que asista impávido a presenciar la vida que hacíais antes de mi llegada. ¡Ni un mal rosario había en la casa! Y vivíamos tan ricamente. Yo no puedo autorizar eso ni tolerar tus impiedades. Pues yo no quiero consentir lo otro.

Y ella que, cuando amenaza con lo innoble del rasero nivelador, justifica las protestas airadas y las amargas melancolías de los que creyeron sacrificados por su triunfo toda distinción intelectual, todo ensueño de arte, toda delicadeza de la vida, tendrá, aún más que las viejas aristocracias, inviolables seguros para el cultivo de las flores del alma que se marchitan y perecen en el ambiente de la vulgaridad y entre las impiedades del tumulto.

El P. Gil, que escuchaba petrificado tal sarta de impiedades, sintió un estremecimiento de horror al oír aquella interpretación monstruosa del sentimiento de la caridad. A este estremecimiento sucedió una viva irritación. Necesitó un gran esfuerzo de voluntad para no romper en insultos contra el blasfemo.

¿Qué hemos de ser, don Luis? ¿No lo sabe usted?... Nacionalistas; bizkaitarras; partidarios de que el Señorío de Vizcaya vuelva á ser lo que fué, con sus fueros benditos y mucha religión, pero mucha. ¿Quiénes han traído á este país la mala peste de la libertad y todas sus impiedades?

No; murió á las pocas horas lo mismo que si no hubiera llamado á nadie. Goicochea, temiendo nuevas impiedades del doctor, desvió el curso de la conversación. ¡Qué hermosa vista! dijo señalando la parte de la villa que se alcanzaba desde el porche, junta con un trozo de la ría y las montañas de las Encartaciones con sus cumbres rojas, de tierra removida.

Cuando Rafael le encontró en el puente después de la procesión, estaba próximo a venir a las manos con unos cuantos rústicos, indignados por sus impiedades. Separándose de los grupos hablaron los dos de los peligros de la inundación. Cupido se mostraba, como siempre, bien enterado. Le habían dicho que el río se llevaba agua abajo a un pobre viejo sorprendido en un huerto.

Si ello es cierto, si el Comendador está obcecado en sus impiedades, ármate de prudencia y pide al cielo que te salve. Procura también traer á tu tío al buen camino. tienes extraordinario despejo y don de expresarte con primor y entusiasmo. El Altísimo, además, se vale á menudo de los débiles para sus grandes victorias.

Los primeros sermones que pronunció fueron de hombre que ha comenzado a estudiar: al cabo de un año, la santificación de las fiestas, la Inmaculada Concepción, los carceleros del Papa, los milagros modernos, las impiedades del matrimonio civil, la infamia llamada libertad de cultos, fueron sus temas favoritos; y los campesinos, que al principio no le entendían, empezaron a entusiasmarse con su palabra, de la que no fue avaro, sino que la prodigó, experimentando algo semejante al orgullo de la misión cumplida.

Y hablaba a continuación de «la Papisa Juana», tremenda señora que Pablo Valls había visto siempre de lejos, por ser para ella la personificación de todas las impiedades revolucionarias y todos los pecados de su raza. «Por este lado no tengas esperanzaLa tía de Febrer sólo se acordaba de él para lamentarse de su mal fin y alabar la justicia del Señor, que castiga a los que caminan por malos senderos y se apartan de las santas tradiciones de la familia.

Como se ve por este ligero cuadro, si había en Lima oficio productivo era el de las lloronas. Pero vino la Patria con todo su cortejo de impiedades, y desde entonces da grima morirse; pues lleva uno al mudar de barrio la certidumbre de que no lo han de llorar en regla. A las lloronas las hemos reemplazado con algo peor si cabe..., con las necrologías de los periódicos.