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¡Soltáme! ¡dejáme! gritó sacudiendo la pierna. Pero fué atraída. ¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó. Mamá, ¡ay! Ma... No pudo gritar más.

El subteniente sonrió con melancolía. Así era. Ven, sube dijo Chichí imperiosamente . Quiero decirte una cosa.

Marchamos a ciegas. He visto hombres que corrían hacia Jerez, para avisar nuestra llegada. Nos esperan; pero no para nada bueno. te cayas, Maestrico repuso imperiosamente el caudillo, que, orgulloso de su cargo, acogía como una irreverencia la menor objeción. Te cayas; eso es. Y si tienes miedo, te najas como los otros. Aquí no queremos cobardes. ¡Yo cobarde! exclamó con sencillez el muchacho.

Tal vez que otra se levantaban corriendo para ir a socorrer a algún mosquito infeliz que se había caído boca abajo y que se revolcaba en la arena con horrísonos chillidos: otras veces llamaban imperiosamente al que se desmandaba y le residenciaban ante el consejo de doncellas y amas de cría, amonestándole suavemente o recriminándole con dureza y administrándole algún leve correctivo en la parte posterior, según el sistema y el temperamento de cada juez.

La sangre se agolpó al rostro de Roger, que abandonando su asiento, exclamó imperiosamente: ¡Callad! ¡Qué vergüenza! ¡Vos, vos, un anciano que debería dar buen ejemplo á los otros! La sorpresa de todas aquellas gentes fué profunda. ¡Por las barbas del rey de Francia! exclamó uno de los monteros. El estudiantino ha recobrado el uso de la palabra y va á echarnos un sermón.

Ojeda presintió inmediatamente quiénes eran éstos, al mismo tiempo que el hermano de Nélida creía reconocerlos, llamándolos por sus nombres. Se habían tropezado con Maltrana y su tropa. Iban a caer en pleno desafío. Fernando se puso de pie, gritando imperiosamente al chófer para que retrocediese. Tuvo que imponer su voluntad a los dos acompañantes, que parecían entusiasmados por el encuentro.

Añadamos que en la época en que Hahnemann proclamaba la necesidad de las dósis muy débiles, las llamadas infinitesimales, exigia imperiosamente un régimen rigoroso, mejor dicho, imposible.

Se le hacía imposible evocar la imagen de una vida tranquila, íntima, serena, en la calma del hogar, en compañía de aquel mundano tan imperiosamente absorbido por la vida exterior. No; no se veía con él, al lado del fuego, trabajando a la luz de la lámpara, con niños jugando a su alrededor.

Si la muerte violenta no acudía á remediarlo, multiplicándose por término medio cada arenque en cincuenta mil, y cada uno de éstos en otros tantos, en algunas generaciones lograrían llenar, solidificar el Océano, ó putrificarlo, suprimiendo todas las castas y convirtiendo en desierto al Universo. La vida reclama aquí imperiosamente la asistencia, el indispensable auxilio de su hermana la muerte.