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En el centro del salon hay dos inmensos globos; á la izquierda, entrando, hay en un estante de libros varios manuscritos de Petrarca, Catulo y otros escritores ilustres.

Pertenecía ella por la línea paterna a una de las más ilustres; como que era pariente del señor de Quiñones, en cuya casa nos hallamos. Pero su padre había muerto, y vivía con su madre, mujer de baja estofa, cocinera antes de subir al tálamo nupcial de su amo.

Si usted no tuviese inconveniente en ello manifestó D.ª Fredes dirigiéndose al poeta, le rogaría me dejase el manuscrito de esa poesía para guardarlo en mi colección de autógrafos y firmas ilustres. El poeta, confundido por tamaña honra, avanzó tropezando hasta el trono de D.ª Fredesvinda y depositó en sus manos el pliego de papel de barba.

Después de él el astrónomo Laplace ha dejado la cuestión completamente resuelta. Pues si tantos hombres ilustres por su ciencia han estado tanto tiempo dudando, me consuelo de mi ignorancia dijo Hans. Y, sin embargo, sobrino, ¡es tan sencillo ese fenómeno! Como sabes, la superficie de nuestro globo está en gran parte cubierta de agua, la cual, por su fluidez, puede moverse.

Era un patriarca prolífico, que había prodigado su sangre en varios distritos de la isla persiguiendo a las payesas, sin perder nada de su gravedad, y al dar a besar la mano a algunos de los hijos legítimos que vivían en su casa y llevaban su apellido, decía con voz solemne: «¡Dios te haga un buen inquisidorEntre estos retratos de los Febrer ilustres veíanse algunos de mujeres.

Era la guerra preventiva recomendada por el general Bernhardi y otros compatriotas ilustres. Resultaba peligroso esperar á que los enemigos estuvieran preparados y fuesen ellos los que la declarasen.

En ese palacio habia un teatro, el más brillante de toda la Francia, en el cual cabian holgadamente tres mil personas; habia una capilla, cuyos ornamentos eran de oro macizo; una biblioteca magnífica; ricas colecciones de pinturas, é infinitos retratos de hombres ilustres, de tal manera que aquellos salones parecian más bien un campo santo histórico.

Chupaba la niña y tosía haciendo monadas; chupaba Angelito para darle magistral ejemplo, y tomaba a chupar y a toser la colegialita, encontrando el juego muy divertido. Parecía complacerla mucho tener por maestro un grande de España, y procuraba estudiar el chic de aquellas ilustres damas, que como modelos de distinción le proponía su madre.

Yo, señor hidalgo, soy natural de la Fuenfrida, lugar conocido y famoso por los ilustres pasajeros que por él de contino pasan: mi nombre es Pedro del Rincón; mi padre es persona de calidad, porque es ministro de la Santa Cruzada: quiero decir que es bulero, o buldero, como los llama el vulgo.

Huyendo de don Pedro el Cruel, se había refugiado en Aviñón, donde vivían otros desterrados más ilustres. Allí estaban los papas arrojados de Roma por un pueblo que, en su pesadilla mediévica, soñaba con restaurar, a la voz de Rienzi, la antigua República de los Cónsules. Don Gil no era hombre para vivir en la risueña corte provenzal.