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Con todo, basta saberlos y basta saber que bien o mal tan ilustres varones se han empleado en el estudio de la filosofía para presumir razonablemente que no se ha perdido entre nosotros la afición a este estudio, y que por consiguiente, los libros de la Biblioteca del Sr. Serra llegarán a venderse y a leerse, como muy de veras lo deseamos.

, dijo el rey, á quien parecían atragantársele las palabras, según se le enredaban las letras y aun las sílabas ; doña Clara, en efecto, vale mucho... ha podido suceder que personas ilustres hayan tenido... puede ser que... hayan caído en una tentación disculpable... porque... puede... ... pero en fin... ¿y qué prenda era la que don Rodrigo suponía haber recibido de doña Clara? añadió el rey, saliendo bruscamente del discurso en que se había embrollado, porque le acusaba la conciencia.

Probablemente son éstos los únicos restos que han llegado hasta nosotros de esta poesía singular de sastres. Fórmula que los autores de entonces ponían al fin de sus manuscritos. Esto parece una alusión sarcástica á las comedias posteriores de Cervantes. En los Hijos ilustres de Sevilla, por Don Fermín Arana de Valflora, Sevilla, 1791, se omite su nombre.

El buen doctor de Parthenay nos ha citado los nombres de ciertos ilustres maestros que descuellan por la habilidad con que reparan con éxito las injurias que sufre el cuerpo humano.

Los hombres más inteligentes trabajaban en la reputación de la señora Chermidy, tan pronto proporcionándole ideas, tan pronto diciendo con una secreta complacencia: «Es una mujer superior, me ha comprendidoEn el curso de aquella reunión se encaró con un homeópata de renombre, que cuidaba a las personas más ilustres de París.

En los siglos pasados y en los presentes hubo y hay naciones ilustres que han florecido en suelo estéril.

Maltrana, como si sintiera los efectos de este recuerdo de voluptuosidad y amor que las ilustres muertas evocaban con sus nombres, fijó los ojos en Feli, que contemplaba absorta las hermosas tumbas.

El matón no era el Ferrer: era él, señor de la torre, descendiente de tantos varones ilustres y orgulloso de su origen. La vergüenza le hizo tímido, sumiéndolo en torpe confusión. No sabía cómo irse ni por dónde escapar.

Los rabinos ilustres, los filósofos y los doctores musulmanes, arrojados de Andalucía por el fanatismo de los almohades, tuvieron franca acogida y lograron protección generosa en las cortes de los reyes de Aragón y Castilla. Así, las célebres escuelas de Lucena y de Córdoba vinieron á trasladarse á Barcelona y á Toledo.

En todos tiempos y en todas épocas ha habido hombres ilustres: no hago al talento ni á la dignidad patrimonio de nuestros días; pero ¿á que en los suyos echaban esos mismos hombres muchas cosas de menos?; ¿á que hallaban un vacío en la sociedad, como si adivinaran algo de la gran revolución que muy pronto iba á operarse en las costumbres? Usted mismo....