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Una vez en posesión del libro apetecido, nuestro mancebo corría a sentarse al lado de la chimenea y se dejaba tostar las pantorrillas, mientras el cerebro navegaba por los mares ignotos de la metafísica; primero faltaría el sol en su carrera, que nuestro estudiante en una de las butacas de terciopelo carmesí del Ateneo.

Fue, en suma, uno de esos momentos únicos en la vida de una niña vanidosa, en que el orgullo halagado origina tan dulces impresiones, que casi emula otros goces más íntimos y profundos, eternamente ignotos para semejantes criaturas. Pilar bailó con todas sus parejas como si de cada una de ellas estuviese muy prendada; tanto brillaban sus ojos y tal expansión revelaba su actitud.

En Hangtown, un transeúnte le cascó para dar una sencilla prueba de la supremacía del blanco. En Dutch Flat le robaron manos muy conocidas por motivos también ignotos. En Sacramento lo arrestaron por sospecha de ser esto o lo otro y lo pusieron en libertad después de una severa reprimenda, probablemente porque no era lo que buscaban y entorpecía de esta manera el curso del procedimiento incoado.

Con él habrá que hablar siempre, y siempre de los mismos asuntos; no habrá que pensar en aventuras ni en excursiones arriesgadas, ni en nada que nos reserve ignotos atractivos; siempre iremos por el camino trillado, siempre sujetos a la regla y a las conveniencias.

No en vano fueron por ignotos mares de Hispania las veloces carabelas, en comunión ferviente con la Audacia y los altos designios de la Idea; no en vano los Cortés y los Balboa desafiaron el hambre y las tormentas, y sus bridones épicos midieron las pampas infinitas de la América; no en vano sobre el pico de los Andes, dueña del mundo, flameó tu enseña, tan amplia que cubrió dos continentes, tan gloriosa, tan noble y tan excelsa; no en vano, por tres siglos, tus ejércitos han levantado en mi solar sus tiendas, y vieron el prodigio de mis lagos y de mis bellas noches el poema; no en vano en nuestras almas imprimistes de tus virtudes la radiosa estela, y gallardos enjoyan tus rosales plenos de aroma las nativas sendas: tu imperio espiritual vive y perdura, y extiende su simbólica cadena del Pirene a los Andes y al Carballo, y en un abrazo inmenso los estrecha.

Lucían en tu espalda por entero tus cabellos, de un negro tenebroso, que tenían el brillo esplendoroso y cortantes de láminas de acero. En el salón, hundido en las tinieblas, había tonalidades misteriosas, cual de aguas tranquilas y azulosas cubiertas por las brumas y las nieblas. Tu hermosa cabellera me atraía con la fascinación negra y sombría de los ignotos bosques seculares,