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No es maravilla que el dignísimo profesor de primeras letras, poseído de legítimo orgullo, exclamase al final de su artículo: «¡Bajen, pues, del pedestal en que la ignorancia de los hombres los ha colocado esos colosos, portaestandartes de una falsa ciencia: Kepler, Newton, Laplace, Galileo.

La revolución americana fue hecha por el grupo de hombres que habían conseguido levantarse sobre el nivel de profunda ignorancia de sus compatriotas. Las masas los siguieron para destruir, y en el impulso recibido pasaron todos los límites.

Una mañana la pobre vieja, que solía retrasarse en el pago de la licencia municipal del puesto de legumbres, fue llevada a la prevención y, de resultas, tomó tal sofocón, que murió a las pocas horas, viniendo el chico a quedar en la calle, sin más amparo que Dios, con la travesura por instinto y la ignorancia por guía.

Ese mal crónico y profundo de la miseria y del vicio, fruto de la ignorancia de las masas, de la desigualdad de las condiciones sociales y de las leyes de privilegio, se palpaba y se palpa aún con suma intensidad, no solo en Londres, sino en Liverpool, Birmingham, Leeds, Manchester, Glasgow y otros de los grandes centros de población y movimiento industrial.

Perdido había yo, en fuerza de las solicitudes y galanteos que me rodeaban por todas partes, aquella mi primera inocencia, o más bien ignorancia, de las cosas de la vida.

La superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos. Y de los indios han dicho más de lo justo en estas cosas los españoles vencedores, que exageraban o inventaban los defectos de la raza vencida, para que la crueldad con que la trataron pareciese justa y conveniente al mundo.

Butrón estaba, sin embargo, en la misma ignorancia, y el mismo pensamiento y los mismos interesados deseos traíanle en busca de la invulnerable Calipso. La repentina marcha de Jacobo habíale alarmado, temiendo que ocultase tras de ella algún enredo que perjudicase a sus trabajos políticos, y fingiéndose enterado de lo que deseaba saber, proponíase arrancar con maña a la dama el hilo del ovillo.

Si nunca pudo sacudir de la prístina ignorancia, en el andar, y en el vestir y hasta en el saludar, fue consiguiendo paulatinos progresos, y se necesitaba ser un poco antiguo en Vetusta para recordar todo lo agreste que aquel hombre había sido. Desde el año de la Restauración en adelante pasaba ya Ronzal por hombre de iniciativa, afortunado en amores de cierto género y en negocios de quintas.

Al fin murmuró, dirigiéndose á Flimnap, pero sin apartar su mirada del gigante: ¿A quien se le parece, profesor?... Yo he visto esta cara en alguna parte.... No puedo recordar con exactitud, pero es absolutamente igual á una persona que he visto muchas veces.... ¿Quién será? Flimnap murmuró palabras vagas para excusar su ignorancia.

Qué lindo es eso! me respondió haciendo burla .Yo le daré en el calendario, y está canonizado, y apostaré a ello la cabeza." No pude porfiar, perdido de risa de ver la suma ignorancia; antes le dije que eran dignas de cualquier premio y que no había leído cosa tan graciosa en mi vida.