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Las flores parecían conocerla, y en un susurro le iban diciendo cuando cerca de ellas pasaba: "Adórnate conmigo, linda niña, adórnate conmigo;" y para darles gusto, Perla cogió violetas, y anémonas, y columbinas, y algunos ramos verdes, y se adornó los cabellos, y se rodeó la cintura, convirtiéndose en una ninfa infantil, en una tierna dríada, ó en algo que armonizaba con el antiguo bosque.

Las hoces relampagueantes iban tonsurando los campos, echando abajo las rubias cabelleras de trigo, las gruesas espigas, que, apopléticas de vida, buscaban el suelo, doblando tras ellas las delgadas cañas.

Pero tal comercio tiene algo de trabajo, y exige recorrer ciertas calles, instalarse en las puertas de los cafés, consagrarse al negocio con cierta formalidad. Eran niños, necesitaban juego como el pez necesita agua, y así por las tardes se iban al río a recoger matacandiles.

Eran gloriosos abuelos, de pretensiones modestas, que se limitaron á ensanchar las fronteras, á realizar la unidad del Imperio, oponiéndose luego con una prudencia de valetudinarios á todos los atrevimientos de la nueva generación. Sus ambiciones no iban más allá de una hegemonía continental... Pero luego surgía Guillermo II, el héroe complejo que necesitaba el país.

Y algunas se lanzaban a recordar heridas sufridas por individuos de su familia, accidentes de la vida en la Pampa, con cuyo relato se iban olvidando del héroe. No pasee, señor; ande lo menos posible. Es un consejo de la experiencia.

También soñé con mi tío bailando en la cocina, junto a la lumbre, unas seguidillas que cantaba la mujer gris tañendo una sartén muy grande; y después con don Pedro Nolasco, el cual comía becerros crudos y troncos de abedul y peñascos de granito con bardales, mientras iban comiéndome a , fibra a fibra y muy poco a poco, el Tedio y la Melancolía, un matrimonio de lo más horrible, que vivía en el fondo de un abismo sin salida por ninguna parte.

Iban al mismo paso descuidado, por el sendero, y le dijo él: No tengas cuidado ninguno mientras esté yo aquí.... Después, de pronto, murmuró: ¡Qué bonita eres y qué buena! Ella, toda estremecida, se quedó silenciosa; su corazón aleteaba con unas agitaciones inefables. Fernando suspiró.

El Duque holgó complacer al jeque en aquello, y mandó volver la gente al alojamiento, publicando que era hecha la paz, de lo que pesó muy de veras á los soldados, yendo, como iban, ganosos de pelear, teniendo por tan cierta la victoria.

Como si adivinase una pregunta en los ojos de doña Sol fijos en él, añadió: No extrañe la señora marquesa que la conosca; la he visto muchas veses con el marqué y otros señores cuando iban a las tientas de beserros. He visto también de lejos cómo la señora acosaba con la garrocha a los bichos. La señora es muy valiente y la más güena moza que se ha visto en esta tierra de Dió.

Así pues, asistía con no desmentida perseverancia a las lecciones de su hija; y tanto empeño puso en no alejarla de sus miradas maternas, que este sistema no pudo menos de ofender a María. Las personas que iban a ver a la duquesa no hacían más que saludar fríamente a la maestra, sin volver a dirigirle la palabra.