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Al fin Laura se resignó a todas las condiciones, pero comprendiendo que iban a sobrevenir disgustos y que él se sentiría lastimado por la desconfianza de Zoraida. A la estancia fui yo también, naturalmente.

Abajo, en el patio, estaban los invitados, los parientes masculinos de los alumnos, y en las galerías los estudiantes de las cuatro estaciones que, al verse frente á frente, se examinaban con curiosidad, como vecinos de una misma casa, que sólo se tropiezan de tarde en tarde. Iban los más puestos de smoking, muy elegantes, como hijos de buenas familias que eran.

El Museo Oceanográfico podía aguardarle: no se movería durante su ausencia de la punta del peñón de Mónaco. Los estudios de la fauna marítima no iban á progresar en unos cuantos meses.

Estos se echaron como perros, y un momento después iban los dos policías al fondo del mar cosidos a puñaladas. En seguida nos alejamos del puerto, y al día siguiente volvimos a hacer el desembarco de los fardos con perfecta tranquilidad. Como barco cuya tripulación la formaban gentes perseguidas y fuera de la ley, había allá mucho tipo extraño.

De todas las narices la parte más visible de estos fantasmas doloridos pendían gotas que iban a caer sobre los pliegues del paño burdo. Un hombre hablaba con bondadosa autoridad, exigiendo calma, en medio del estrépito de las voces femeniles que rugían broncas de pena y de los suspiros masculinos atiplados por el dolor.

Sin embargo, en lugar de los tragalentejas; que solían venir en lo antiguo de una ciudad cercana, iban los músicos municipales casi siempre tocando y vistiendo aún el uniforme de la extinguida milicia.

Respondió el ingeniero con un gesto de incredulidad. ¿Cómo podían las corrientes oceánicas arrastrar una mina flotante hasta Australia?... ¿Por qué raro capricho de la suerte iban ellos á chocar con un torpedo abandonado por un corsario en la inmensidad del Pacífico?... Oyó que le hablaban; pero esta vez era un pasajero con el que sólo había cambiado algunos saludos durante el viaje.

Al escuchar aquel sañudo lenguaje, Ramiro declaró con vehemencia que si los nobles avileses no iban a despedirse de Bracamonte, en aquel trance final, eran todos unos malos caballeros. Nadie ignora exclamó que el don Diego, a más de su antiguo y glorioso linaje, ha sido siempre un hombre de mucha honra, y que, sin duda, su trágico fin lo debe a la alteza de su ánimo.

Tomamos calle arriba, por una acera angosta y desigual. Había que subir penosísima cuesta. La capilla de San Antonio está en el Barrio Alto. Desde allí se goza de un hermoso panorama. Los farolillos ardían con mortecina luz. Los serenos apagaban sus linternas, y grupos de mujeres y niños iban apresurados hacia el templo.

Gracias a la fortuna y desprendimiento de Susana, vivían con lujo, iban a bailes, teatros y saraos; viajaban, tenían coche, vestían con exquisita elegancia, trayendo para ambas de París la mayor parte de las galas, y, en una palabra, capricho sentido era en ellas gusto satisfecho.