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, Ricardo repuso Lorenzo sonriéndose. ¡Ahora hay que reírse! ¿Y Baldomero no viene a comer con nosotros? preguntó Ricardo al sentarse a la mesa. Come con su familia. ¿Por qué no lo invitas, Melchor? ¡Es tan entretenido! Son las nueve pasadas; ya ha comido, seguramente. ¿Vendrá a tomar el café con nosotros? Hágale decir, José, a Baldomero, que venga, a tomar el café.

En el público se hablaba del incidente en alta voz, y el ujier, levantando amenazadoramente el dedo, trataba de restablecer el silencio para mantener incólume el prestigio del tribunal. Mas el regocijo era tan desbordante, que se hacía muy poco caso de aquella advertencia. ¡Silencio! exclamó el presidente . Ujier, si alguno habla alto, hágale usted salir.

Hágale usted saber, decía doña Victorina furiosa, que me valdré de la Guardia Civil; vivo ó muerto quiero saber donde está... ¡Porque tener que esperar diez años para poderse una casar! Isagani la miró espantado; doña Victorina pensaba en casarse. ¿Quién sería el infeliz? ¿Qué le parece á usted Juanito Pelaez? preguntó ella de repente. ¿Juanito?...

Comuníquele lo que ha hecho. Dígale que me he llevado a su hijo, y hágale saber que jamás debe ver... ver... otra vez al niño. Allí donde vaya éste, él no debe venir; dondequiera que me lo lleve, él no debe seguir. Basta, pues. Estoy cansada y... me queda aún mucha tarea. Y la acompañó hasta la puerta. En el umbral, la mujer se volvió. Buenas noches.

Pues bien: no sería completa mi enmienda si ahora no cuidara yo de dirigir a esta niña, para apartarla del peligro. Si nos descuidamos, fácilmente se nos irá por los caminos de su madre. EVARISTA. Mi parecer es que hable usted con ella... PANTOJA. A solas. EVARISTA. Eso pensaba yo: a solas. Hágale comprender de una manera delicada la autoridad que tiene usted sobre ella...

Yo pensaba dar razones y probar... No, señor, no pruebe usted nada. ¿Usted se quiere perder? Diga usted, ¿qué señas tiene el adversario de usted? ¿Es alto? Mucho; se pierde de vista. ¿Tendrá seis pies? Más, más: hágale usted más favor... pero ¿qué tiene que ver eso con la cuestión de tabacos? ¿No ha de tener? Empiece usted diciendo que su artículo de usted es bueno: primero porque él es alto.

No quiero que esos papeluchos carlistas digan que nos hemos ensañado con una mujer... Oiga usted, ordenanza, vea usted si anda por ahí el padre de esta joven y hágale usted entrar. A los pocos instantes entró don Mariano.

¿No la conoce usted? preguntó algo acortado por la intención que advertía en las palabras de D.ª Josefa. No, señor, es forastera. Pues hágale usted subir. Tardó pocos segundos en aparecer una linda joven como de veinticuatro años, rubia, de rostro blanquísimo y facciones delicadas, vestida con elegancia peregrina. En su vida había visto el P. Gil, ni aun en Lancia, una dama tan distinguida.

Power pudiese ver en su persona un remedio. Es una broma nada más continuó . Esa señora es muy graciosa y nada hipócrita... Pero yo creo, señor, que a quien ella desea es a usted... Aprovéchese... Hágale ese favor.

Leyólo éste y una sonrisa mitad maliciosa, mitad placentera, se esparció por su rostro. Toma, Tristán; el contenido es para ti dijo alargando el papel a su cuñado. El telegrama decía textualmente: «Ignoro si Aldama regresó de su viaje. Hágale saber que ensayos de su drama comenzarán semana próxima. EstévanezLas mejillas de Tristán se tiñeron levemente de rojo. Don Germán soltó una carcajada.