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Una pierna que parecía de cartón chamuscado asomaba entre los escombros. Creyó ver otra vez á la vieja con los nietos agarrados á sus faldas. «Señor, ¿por qué huyen las gentes? La guerra es asunto de soldados. Nosotros no hacemos mal á nadie y nada debemos temer.» Media hora después, al bajar una cuesta, tuvo el más inesperado de los encuentros.
Los que se van solos, abandonando a sus mujeres y familias, y lo mismo las indias que también se huyen solas, en cualesquiera parte que se establecen procuran, si pueden, casarse; luego es muy creíble que este desorden haya sido más frecuente en los años anteriores, por poco cuidado de los curas de españoles en las informaciones, o por testigos falsos que afirman la soltura; en los mismos pueblos se ha visto también este desorden.
Los indios Payaguás huyen á los bosques, temerosos de la venganza de los cristianos por la traición de que éstos fueron víctimas I 187 Los nuevos cristianos son muertos, sin hacer resistencia, por los indios Puyzocas II 116 Los PP. Misioneros se esfuerzan en alentar á los indios para trasladarse á otro pueblo II 258
Vencidos de la espesa flechería, Y de los fuertes tiros y balazos, Huyen los ingleses que quedaron, Que ciento y diez los nuestros les mataron.
Subamos y apartémonos de aquí, que yo pondré silencio en mis rebuznos, pero no en dejar de decir que los caballeros andantes huyen, y dejan a sus buenos escuderos molidos como alheña, o como cibera, en poder de sus enemigos.
¡Miserias, madó Antonia! dijo el señor en el mismo lenguaje . Todos huyen de los pobres, y el mejor día, si ese tuno no trae lo que nos debe, tendremos que comernos uno a otro, lo mismo que si fuésemos náufragos. La vieja sonrió: «El señor siempre alegre.» En esto era un vivo retrato de su abuelo don Horacio, eternamente serio, con una cara que metía miedo, ¡pero diciendo unas cosas!...
Y cuando se empieza a escribir, como cuando se comienza a hablar, es inevitable el balbuceo. Me faltan las palabras, huyen los conceptos, se eclipsan las imágenes y se me enreda el discurso. ¡Ay, Dios mío! Sufro lo indecible con este encrespamiento, con esta rebeldía de formas, rasgos, ideas y vocabulario.
Es el rey de los átomos, el rotífero, así nombrado porque en ambos lados de la cabeza lleva dos ruedas, órganos de locomoción que lo asimilarían al barco de vapor, ó tal vez armas de caza que lo ayudan á apoderarse de los más débiles. Todos huyen, cejan ante él, y uno solo resiste, no temiendo nada, confiado en sus armas.
Los reverberos, encapuchonados á causa de los ataques aéreos, sólo servían, con su breve radio de luz, para dar mayor intensidad á la lobreguez general. Mientras marchaba, acompañó su paso repitiendo las mismas palabras, como si fuesen una letanía: La vida quiere vivir. Los vivos necesitan vivir.... ¡Ay del que muere! Los muertos huyen más aprisa que los vivos.... Todos abandonaban á los muertos.
No, una de sus tretas. Ahí lo tienes otra vez, más brioso que nunca, ¡Qué espada! El jefe pirata retrocede, cae, atravesado de parte á parte. ¡Viva, viva! Los otros huyen, se rinden. Allá va Simón. ¡Por vida de! Ya arría la bandera de la cruz roja, ya iza la de Morel, las cinco rosas.... ¡Viva!
Palabra del Dia