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8 Con el soplo de tus narices se amontonaron las aguas; se pararon las corrientes como en un montón; los abismos se cuajaron en medio del mar. 9 El enemigo dijo: Perseguiré, prenderé, repartiré despojos; mi alma se saciará de ellos; sacaré mi espada, los destruirá mi mano. 10 Soplaste con tu viento, los cubrió el mar. Se hundieron como plomo en las impetuosas aguas.

A los pocos pasos la superficie del suelo estaba á la altura de sus rodillas; más allá les alcanzaba al talle; luego á los hombros; y así se hundieron en la tierra, viendo únicamente sobre sus cabezas una estrecha faja de cielo. Estaban en pleno campo. Habían dejado á sus espaldas el grupo de ruinas que ocultaba la entrada del camino.

Y todo, de la raíz al tope, es un tejido de hierro. Sin apoyo apenas se levantó por el aire. Los cuatro pies muerden, como raíces enormes, en el suelo de arena. Hacia el río, por donde caen dos de los pies, el suelo era movedizo, le hundieron dos cajones, les sacaron de adentro la arena floja, y los llenaron de cimiento seguro.

Sus ojos se hundieron bajo las cejas y su color azul se ensombreció como un lago sobre el cual pasa una negra nube. Bajó la voz y dijo: Me recuerda usted uno de los momentos más dolorosos de mi vida. , yo amaba y amo aún á María de Freneuse.

Más, cuando en noche obscura los vientos enfurecen y las inquietas olas comiénzanse a agitar, cruzan el aire gritos que el ánimo estremecen coros, voces que rezan, lamentos que parecen exhalar los que un tiempo se hundieron en el mar.

En vano las segures cortadoras En su tronco se hundieron destructoras Sin conseguir sus ramas marchitar; Y aunque hollado por hondas cicatrices Estiende poderoso sus raices La América abarcando cual titan.

Buscó en la cerca de espinos una brecha que conocía de la época en que rondaba la casa. La pasó, y sus pies se hundieron en la tierra fina y arenisca de las calles de naranjos. Sobre las copas de estos aparecía la casa blanquecina bajo la luna, brillando como plata las canales del tejado y los antepechos de las ventanas. Todas estaban cerradas: la casa dormía.

Y sonó la descarga. A una distancia tan corta, las balas, llegando en masa sobre el tabique, lo hundieron en parte, y antes de que los marineros hubiesen vuelto a cargar sus armas, una masa espantosa les derribó y pasó por encima de ellos lanzando horribles mugidos.

Abrí por curiosidad, y mis miradas se hundieron en una verdadera capilla ardiente, de la que se desprendían perfumes desconocidos... Colgaduras por todas partes, alfombras... una lámpara de iglesia pendía del cielo raso... y, allá, en el fondo, sobre un estrado, se alzaba una especie de catafalco, con adornos dorados y un cubrepiés de seda... ¿Y allí dentro era donde habría tenido que dormir yo?

Pero éste le contuvo: «Franco-tiradores disfrazados, que van á recibir su castigoLas bayonetas alemanas se hundieron en sus cuerpos. Después, una culata cayó sobre la cabeza de uno de ellos... Y los golpes se repitieron con sordo martilleo sobre las cápsulas óseas, que crujían al romperse.