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¡Qué Humilladero, ni Humilladero! ya me tienes loco con tu calle. Pues no estás poco impertinente dijo el clérigo con más agitación y mucha impaciencia. Ven, hija mía, y me contarás eso del muchachuelo. El infame plan se reveló de pronto en el entendimiento de Clara con todo su horror y repugnancia. Señor repitió dígame por dónde voy. Sube, sube dijo él colocado ya en la puerta de su casa.

Al amanecer se fueron todos custodiados por la tropa y con mucho sigilo. Lázaro, sin que nadie le custodiara, se fué á la calle del Humilladero. Clara, que había tenido noticia del alboroto de aquella noche, estaba en la mayor inquietud. A cada ruido que sonaba en la calle se incorporaba con grande agitación y sobresalto.

Suba usted esa plazuela; pase usted aquel arco que se ve allí, donde está la imagen de la Virgen con el farol, y llegará á la plazuela de los Carros. Enfrente está la calle del Humilladero. Clara empezó á creer otra vez que había Dios, y siguió la dirección indicada. Al fin estaba cerca, al fin llegaba.

Ella recordaba muy bien el nombre de la calle donde vivía el tabernero con quien la criada se había casado. Sabía que la taberna estaba en la calle del Humilladero; pero ¿cómo iba á la tal calle? Resolvió preguntar á algún transeúnte, y si daba con la casa, allí pasaría la noche, aplazando todo lo demás para el siguiente día. Segura estaba de que Pascuala la recibiría con los brazos abiertos.

=Zaguán ó patio apeadero:= A la entrada de este Palacio por la parte de afuera sobre la mano izquierda mirando á la plazuela hay un nicho de dos varas y tres cuartas de alto y dos varas de ancho labrado de piedra de jaspe veteado oscuro y colocado en él con su peana una cruz de la misma piedra de dos varas y media de alto que sirve de segunda estación del Via-Crucis desde la Capilla de este Palacio al sitio que llaman la Cruz del Campo ó Humilladero extramuros de esta ciudad.

Y luego yo tengo una práctica tal, que en seguida comprendo. Sobre todo, como usted es tan guapita.... Turbóse mucho la joven con aquellas palabras; pero la esperanza de que pronto llegarían á la decantada calle del Humilladero, la serenó, haciéndole más llevaderas las amabilidades del buen hombre.

Sube; no te pesará. Si supieras qué bueno soy yo.... Porque lo cortés no quita lo valiente. Y mañana te vas á tu Humilladero, ó si no quieres ir.... Señor, por Dios, dígame por dónde debo ir. Yo me vuelvo loca. ¿Para qué me ha traído usted aquí? ¿Y dónde estoy? Puede ser que ahora esté más lejos del punto á donde quiero ir.

¿No me responde usted? Tenía un legadillo.... Es imposible sacarle una respuesta. Tenía un legadillo.... Comprendió Lázaro que era inútil toda indagación. Salió de la casa, dejando al abate en la misma actitud de mochuelo posado, y se fué á la calle del Humilladero, donde encontró á Bozmediano, que le esperaba con inquietud, y al verle llegar, le dijo: Amigo, le persiguen á usted.

¿La calle del Humilladero? dijo el trapero, incorporándose y haciendo con el gancho ciertos movimientos semejantes á los que hace con su varilla un director de orquesta. Esa calle está ... Voy á darle á usted una receta para que la encuentre en seguida. Pues eche usted á andar ... y vaya mirando con atención los letreros de todas las calles. ¿Sabe usted leer? , señor dijo Clara.

Y esta ciudad es París. He aquí cómo este desdichado Azorín, que no quería razonar su viaje, ha acabado al fin por razonarlo. ¡Tan añejado está en él este morbo feroz que llamamos inteligencia! En el camino de Petrel a Elda, al comedio, entre la verdura de nogueras y almendros, se alza un humilladero.