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Junto á Tòni, en lo alto del buque, se sentía mejor... Y con una bondad humilde que nunca había conocido su segundo, la bondad del dolor y la desgracia, hablaba y hablaba, gozándose en la atención de su sencillo oyente, como si relatase cuentos maravillosos ante un círculo de niños.

No os recojo, no os tengo á mi lado, porque quiero qué el orgullo de ser mi hijo no os haga mal criado. Quiero que viváis en una esfera humilde, que os criéis, si no en la desgracia, en una pobreza honrada. Quiero, en fin, haceros bueno y leal, y sabio y valiente. Quiero... todo lo que un padre quiere para el hijo de la mujer que ha amado como yo amo á vuestra madre.

Todo de marfil y de oro con un crucifijo grande de oro macizo. Para rezar no hace falta tanto lujo, ¿verdad, señorita? Para rezar no hace falta más que un corazón limpio y humilde. ¡Ay, señorita, qué bien habla usted! Parece mentira que no tenga más que veinte años. Pero cuando Dios quiere conceder dones a una criatura, lo mismo da que sea joven o vieja, rica o pobre.

Nadie pensaría que aquel magnífico patio pertenecía a la hidalga pero humilde morada de donde salía nuestro caballero. Y en realidad no era así. Aquella casita de paredes blancas y balcones de madera estaba allí solamente como un recuerdo de familia. A su lado, apartado treinta o cuarenta pasos, se alzaba un moderno y suntuoso hotel que bien pudiera denominarse palacio.

El sintió que su cólera dura se desmoronaba de golpe, lo mismo que una montaña que se agrieta. «¡Ah, MargaritaSu voz sonó trémula y humilde. ¿Podía terminar todo entre los dos con esta sencillez? ¿Eran acaso mentiras sus antiguos juramentos?... Se habían buscado con afinidad irresistible, para compenetrarse, para ser uno solo... y ahora, súbitamente endurecidos por la indiferencia, ¿iban á chocar como dos cuerpos hostiles que se repelen?... ¿Qué significaba este absurdo de amarle á él como siempre y amar al mismo tiempo á su antiguo esposo?

Recibo de rodillas su bendición y se la pido de nuevo. Dios guarde la vida de vuecencia ilustrísima como yo deseo. Humilde hija y criada da vuecencia ilustrísima. Misericordia, abadesa de la comunidad de las Descalzas Reales de la villa y corte de Madrid

De los tres adeptos que el Padre Ambrosio tenía, el más adelantado era el hermano Tiburcio, humilde lego, aunque señaladísimo y estimadísimo en el convento por su ferviente piedad religiosa.

Durante la comida buscó Isidro con sus ojos la mirada de Fernando, como un perro humilde que intenta volver a la gracia de su dueño. Pero un sentimiento de dignidad y el egoísmo de no perder sus buenas relaciones con Nélida le mantuvieron en silencio. El otro, por su parte, mostrábase fosco, huyendo su mirada de la de Isidro, pero compadeciéndole interiormente. ¡Pobre muchacho!

Vuestro humilde criado, señor Francisco dijo el vejete. ¿Sois vos el que me ha tocado? , señor, yo, que buscaba á vuesa merced. He estado en las cocinas, y no hallándole allí, fuí á Santo Domingo el Real por ver si allí le encontraba. ¿Y qué me queréis? Mi señora os llama. ¿Ahora mismo? Ahora mismo.

NARV. ¿Por qué tan humilde quieres Ofender tus altos nombres? ARR. Porque todos somos hombres Hablando con las mujeres. Mal mi palabra cumplí. Pues has visto lo que pasa, Ves aquí, señor, mi casa: Abrásame en ella a .