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Ahora vivo la vida prosáica de quien no fía en humanos afectos, de quien llama las cosas por sus nombres, de quien sólo gusta de la poesía en teatros y academias, y no quiere que el mundo y la sociedad sean como los pintaban los novelistas de antaño, los soñadores lamartinianos, los grandes ingenios de la legión romántica. ¡Ay de que malgasté en vanas imaginaciones las energías de mi alma, y despilfarré los más nobles sentimientos, y cansé mi fantasía, y dejé en los zarzales del camino pedazos del corazón!

15 Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres vanos; 16 como estando en libertad, y no como teniendo la libertad por cobertura de malicia, sino como siervos de Dios. 17 Honrad a todos. Temed a Dios. Honrad al rey. 18 Vosotros siervos, sed sujetos con todo temor a vuestros amos; no solamente a los buenos y humanos, sino también a los injustos.

Jugaba con sus hijos lo mismo que una niña, y su rostro bondadoso y risueño ensombrecíase únicamente al oír la tos del «amado enfermo». Un ambiente de exotismo, de existencia irregular, de protesta contra las leyes que rigen a los humanos, parecía envolver a esta familia vagabunda.

De vez en cuando sonaba la arena del tortuoso sendero bajo pasos humanos.

El amor perfecto encierra un perfume de poesía que puede ennoblecer las relaciones de los seres humanos menos cultivados, y Eppie estaba rodeada por ese perfume desde el día en que había seguido el brillante rayo de luz que la guió hasta el hogar de Silas.

Pero a usted le ha tratado mal ese dios dijo Ojeda burlonamente . Usted ha vivido siempre en la pobreza. Mi dios no me conoce, no conoce a nadie. Es ciego y sordo para los humanos, como lo son las fuerzas de la Naturaleza.

Ambos iban con precipitación, aunque no sin cuidado, para no resbalar en la sangre que humedecía y manchaba el pavimento, para no tropezar en seres humanos muertos o moribundos y para no ser sorprendidos por los vivos aún armados y furiosos que sin duda por aquellos sitios vagaban.

Sin este dato, sin esta observacion, sin hallar en las fastos humanos ese fin adorable, esa providencia que triunfa, sin que nadie vea los laureles del triunfo; sin que las cosas se miren así por la razon y por la fe, unidas y hermanadas, no es posible encontrar la filosofía de la historia.

De sus paños y tocas las banderas Al aire desplegaban á menudo: Las mismas que salian las primeras Tornaban á salir, y nunca pudo El Ingles entender estas quimeras; Que guarda Dios, si quiere, sin escudo, Y donde él no envía sus favores, Enbalde son humanos guardadores.

Pero aun así, su moral, una moral para la tierra, sin sanciones celestes, encaminada al bienestar positivo de los humanos, tenía forma. Yo dijo Aresti con sencillez adoro la Justicia Social como fin y creo en la Ciencia como medio. Urquiola rompió á reír con una carcajada insolente. ¡La ciencia! ¡La moderna ciencia de los revolucionarios y los impíos! Ya sabía él lo que era aquello.