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No, ¡santa Virgen! porque se dice en voz baja, en el claustro, que esta tumba es la de Pepa; de Pepa, que un día se atrevió a huir de este santo retiro, pero fue alcanzada en el camino de Sevilla, su amante fue muerto al querer defenderla, y ella... ¡Y bien! ¿y ella, querido ángel? ¡Oh! ella fue llevada al convento, y murió en medio de los mayores tormentos.

Juraría que le temblaban las piernas y miraba a derecha e izquierda como si hubiera querido huir de allí; tenía el rostro amoratado, y al tomar mi mano con las agitadísimas suyas para besarla, noté que sus labios estaban secos y ardientes.

Después de los incidentes que se produjeron al ponerme en presencia de la cantante, su indisposición, fingida sin duda, y su empeño en huir de eran una confirmación de mis sospechas, casi una confesión. Reflexioné profundamente sobre aquella situación.

¡Si al menos perdiese la razón! ¡Los que deliran se hacen unas ilusiones tan extravagantes! ¡Quizás así la vería! El mismo día. Latour acaba de entrar en mi habitación. Ha creído ver al amante de Adela, al hombre que, según se dice, la ha hecho huir de aquí. El miserable ha tratado de evitar sus miradas y se ha substraído a sus preguntas apelando a la fuga.

No pensar en los fines de las cosas es dar por huir de un peligro incierto, no en otro mayor, sino en uno, donde no puedan alcanzar los remedios ni la industria de los mortales, i sea necesario remitir al tiempo la cura de los daños que ocasione. RESUMEN del libro segundo. Fúndase la academia rabínica de Córdoba. Primeros varones que la ilustran. Noticia de algunos sabios rabinos.

¡Oh, quién fuese una de esas nubes de oro pensó para hender con mis alas el abismo azul, para flotar en el rosicler de la tarde y sacudir el fresco rocío sobre las flores dormidas! ¡Oh, quién pudiera huir sobre las olas del aire hasta el trono del sol y habitar el palacio de las noches sin nubes!

Entonces, poco a poco, Juan se replegó sobre mismo y se alejó de la casa, para huir de estos contactos dolorosos.

Don Jaime, mientras finge obedecer las órdenes del Príncipe, advierte á su amigo el peligro que le amenaza, obligándole á huir para salvarse, y prometiéndole que, durante su ausencia, él será el protector de Doña Sol.

No, no debe el hombre huir de la luz por temor de caer en el mal; la verdad no teme la luz, y el bien moral es una gran verdad. Cuanto mas ilustrado esté el entendimiento mejor conocerá la inefable belleza de la virtud, y conociéndola mejor, tendrá ménos dificultades en practicarla.

En la pieza donde estaba instalado el buffet encontró a María Teresa. Acababa de llegar de París, donde vivía largas temporadas. Una rápida aparición en Madrid, y luego a huir otra vez. La molestaban y la hacían reír a un tiempo la curiosidad malsana y la altivez miedosa de sus amigas.