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Mesoprion. Especie de besugo de gran tamaño. Ambassis, parecido al boquerón; el indio lo sala y prepara como las anchoas. Salmonete, es muy abundante y exquisito al paladar. Cofre. Su piel dura y huesosa opone una gran resistencia; es muy parecido al lenguado. Rompe candados. Muy semejante á la pescadilla, más alargado que ésta, pero su carne blanca y suave le una gran semejanza.

Era ésta una mujer alta, huesosa, de dura y vieja fisonomía, coronada por abundante masa de negrísima cabellera. Aristócrata y célibe empedernida, en cuanto él cumplió la mayor edad, profesó ella en la orden de las ursulinas. No sin decirle antes, sintetizando su obra educativa: Por tu nombre y antepasados, eres el primer noble, el primer grande de nuestra siempre noble y grande España.

¿Una clase? esto es, un mundo, el abismo de la vida blanda y semiorganizada á la que aún falta la vértebra, la centralización huesosa, el sostén esencial de la personalidad. Interesan tanto más esos seres, cuanto que visiblemente por ellos empieza la vida. ¡Humildes tribus, descuidadas hasta entonces!

Consiguió con dificultad subirse sobre un tobillo, pero al avanzar lentamente y titubeando por la arista huesosa de la pantorrilla, perdió pie, cayendo de cabeza en la arena. Gillespie tuvo lástima de él y extendió una mano para tomarlo con los dedos, subiéndole hasta la altura de su pecho.

Al mismo tiempo retrocedió con malicia por el pasillo, dejando avanzar a la exasperada Frasquita, que al fin penetró en el gabinete, desencajada y colérica. Era alta, flaca, barbipeluda, huesosa, sin pecho, recta de caderas; la figura espantable, los ademanes ridículamente trágicos.

Cuando el nuevo visitante se hubo cansado de mirar á Gillespie, medio tendido en la arena, saltó sobre uno de sus tobillos, que eran lo más accesible de las piernas en reposo. Luego empezó á caminar sobre la arista huesosa de la pantorrilla, pasando la redonda plaza de la rótula, para seguir avanzando por el lomo redondo del muslo, deteniéndose únicamente junto al abdomen.

Abogaba por el verro como si fuese ya pariente suyo. ¡El pobre vivía tan mal!... Solo en la fragua, sin otra compañía que una parienta vieja, siempre vestida de negro por remotos lutos, lagrimeante un ojo, cerrado otro, y tirando del fuelle mientras su sobrino batía el hierro rojo. La vecindad del fogón secaba cada vez más su huesosa flacura.

La nariz era afilada y tan flaca y huesosa, que los espejuelos, que solía usar, se le resbalaban por falta de cosa blanda en que agarrarse, viéndose la señora en la precisión de sujetárselos atrás con una cinta.

¡La señora Adela! exclamó la muchacha, y se puso con un ardor febril a su interrumpido trabajo, mientras Mustafá gruñía sordamente. Tardó poco en llegar una mujer harapienta, alta, huesosa, como de treinta y cinco a cuarenta años, que fijó en una mirada insolente. ¿Qué quiere este caballero? preguntó con acento de amenaza a la pobre niña.

No; que se ponga ahí, encima de ese barril y nos hable exclamó otro, que por las señas debía ser Matutero, el que atropello á Coletilla, según referimos al principio. Que hable, que hable gritó una mujer alta, huesosa, descarnada y siniestra, que parecía la imagen misma de la anarquía. ¡Que hable, que hable! Señores dijo Calleja alzando el dedo como si quisiera horadar el firmamento.