United States or Liberia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Unos indígenas á sueldo se encargaban de desenterrarlas oportunamente, con gran publicidad. Ahora, la moda favorecía al arte negro, y los coleccionistas buscaban los ídolos horribles de madera tallados por las tribus del interior de África.

Y sonó la descarga. A una distancia tan corta, las balas, llegando en masa sobre el tabique, lo hundieron en parte, y antes de que los marineros hubiesen vuelto a cargar sus armas, una masa espantosa les derribó y pasó por encima de ellos lanzando horribles mugidos.

La niña de Bringas se atracó de un plato de leche, que le gustaba mucho; pero bien caro lo pagó la pobre, pues no hacía un cuarto de hora que se había acostado, cuando fue acometida de fiebre y delirio, y empezó a ver y sentir entre horribles disparates todos los incidentes, personas y cosas de aquel día tan bullicioso en que se había divertido tanto.

En las salas privadas del Casino besa manos llenas de arrugas y hace reverencias ante una porción de momias horribles con nombres antiguos y famosos. Unas le llaman simplemente «coronel»; otras se lo presentan con el título de «ayudante de campo del príncipe Lubimoff».

Gabriel lamentaba la suerte de la pobre joven, viendo cómo la había devuelto al mundo después de su fuga del hogar. Las consecuencias de su mal la martirizaban de vez en cuando con horribles dolores que ella procuraba ahogar. Si sonreía, sus dientes se mostraban ennegrecidos y rotos por la absorción del mercurio, entre unos labios de triste color de violeta.

Lo que yo no consentía era que el amor de la mujer también se disipase. Hasta los crímenes, hasta las horribles tragedias que este amor produjo, no me resignaba yo a que se convirtiese en sueños, convirtiendo en sueños el amor mismo.

Horribles eran aquellas frecuentes luchas; pero V., cuando triunfaba, triunfaba, no sólo de , sino de los ángeles que me asistían; de mi fe profunda; del cielo, á quien yo invocaba; del principio del honor arraigado en mi alma, y de mi conciencia acusadora y severa contra misma. V., que sólo buscaba alegría y deleite, se fatigó de luchar. Así me liberté del cautiverio infame.

No dijo la mansa voz de Carmencita ; ya oyes cómo se queja; está muy malo del cuerpo, sin duda..., y el alma ... ya ves cómo la tiene: sólo salen de ella palabras horribles.... ¿Y por qué estás con él? Porque le tengo compasión...; nadie le quiere ni le cuida.... ¿Y «ellas»? Están muy enojadas...; no tienen dinero.... Me dijeron que el marino se había marchado.

Apliquemos ahora a la amena literatura lo que de la estatuaria hemos dicho. Fácil es sacar las siguientes consecuencias: Que a tal literatura se le debe quitar el epíteto de amena. Que si no es amena no es útil tampoco, porque nos desazona y aflige mostrándonos el mal, con todos sus asquerosos y horribles pormenores y no nos ofrece remedio alguno.

Lo gracioso del caso está en que, siendo el paisanillo tan útil, por mejor decir, tan indispensable, no hubo criatura más maltratada, insultada y reñida que él. Sus más leves faltas se volvían horribles crímenes, y por ellos se le formaba una especie de consejo de guerra. Llovían sobre él a todas horas improperios, burlas y vejaciones.