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Sanabre entró en el despacho de los ingenieros como un simple agregado, trabajando á las órdenes de un inglés, que había construido los hornos y era un excelente director, hasta media tarde, pues pasada esta hora, el whisky, bebido en abundancia durante el día, le impulsaba á las mayores extravagancias.

Y en otro lugar confirmando estas mismas noticias, dice: que hácia el cabo de Hornos, hay otra poblacion, que discurren los indios ha resultado, y aun aseguran que proceden, de navios extrangeros perdidos, y que hay tres ciudades grandes y otras pequeñas; lo que le ha asegurado el indio que las ha visto.

Unos son mundos habitados como el nuestro; otros lo fueron y ruedan solitarios en el espacio, esperando una nueva evolución de la vida; muchos están naciendo. Y sin embargo, todos esos mundos no son más que corpúsculos del humo luminoso de lo infinito. El espacio está poblado de hornos que arden millones, trillones y cuatrillones de siglos, esparciendo luz y calor.

Pasaron unas carretas de bueyes con carga de retama y carrasca para los hornos de Madrid, y ya fuera que se espantase el jaco, ya que fingiera el espanto, ello es que empezó a dar botes y más botes, hasta que logró despedir hacia las nubes a su elegante caballero. Cayó el pobre Ponte como un saco medio vacío, y en el suelo se quedó inmóvil, hasta que acudieron sus amigos a levantarle.

Su primo había realizado todos sus deseos: una flota en el mar, altos hornos de fundición junto á la ría, casi todo el mineral de Vizcaya monopolizado por él, y el dinero acudiendo á sus manos, embriagándolo con la borrachera de la fortuna. La madre de Aresti había muerto mientras él estaba en París: había languidecido, como su cuñado, en aquel ambiente de grandeza que la asustaba.

El Atlántico le conocía desde Islandia y las islas de Lofoden, hasta el Cabo de Buena Esperanza y el de Hornos. Sabía lo que son las tempestades del Pacífico y los tifones del mar de las Indias. Yurrumendi había visto mucho; pero más que lo que había visto, le gustaba contar lo que había imaginado. A Chomin Zelayeta y a nos tenía locos con sus narraciones.

1.° El objeto que las ha motivado es descubrir si en las alturas que en este reyno se miran, desde los 40 grados hasta el estrecho de Magallanes y cabo de Hornos, hay alguna ó algunas poblaciones de españoles ó colonias de extrangeros, como por tradicion de largos tiempos se nos ha anunciado.

Miraba los negros cristales, veía el reflejo de los hornos, escuchaba el ruido de las máquinas. ¿Qué harán ahí dentro? me decía. ¿Quién sabe lo que de esos talleres saldrá, madera o metal, lo grande o lo pequeño, lo útil o lo superfluo? Y la idea de que igual pasaba en mi espíritu nada adicionó a mi desaliento ya completo, no hizo más que confirmarlo.

Luego de renunciar al título de archiduque, para llamarse simplemente Juan Ort, corría los mares en un lujoso yate, acompañado de hermosas mujeres y de músicos. Un día circulaba la noticia de que el buque se había perdido, con todos sus tripulantes, en el cabo de Hornos, al pasar de una costa á otra de la América del Sur.

Estamos en la última zona de explotación, y hemos de atravesar algunas galerías y túneles, bajar escaleras, pasar trincheras, remontar taludes, descender el plano inclinado; en fin, recorrer todas las minas de Socartes desde un extremo, que es este, hasta el otro extremo, donde están los talleres, los hornos, las máquinas, el laboratorio y las oficinas.