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Poco a poco van saliendo, abatidos unos, mohinos otros, preocupados todos; en el pórtico, que hormiguea, se detienen algunos para dar la última puntada de un negocio o comentar los incidentes de la jornada, mientras los demás se alejan, encorvados bajo la pesadumbre del presente y la inquietud del porvenir; los tílburis se mueven y uno a uno se desprenden de la acera.

Por en medio de esas calles y arboledas hormiguea un enjambre de excursionistas que se renuevan sin cesar, entregados al culto de la novedad y en gran parte á la adoracion de mismos. Un vértigo de emulacion en el lujo parece dominar al mayor número; cada cual mira á los demas con la esperanza de que álguien le mire y admire.

Eran las posadas con sus inocentes placeres y con su devoción mundana y bulliciosa; era la cena de Navidad con sus manjares tradicionales y con sus sabrosas golosinas; era México, en fin, con su gente cantadora y entusiasmada, que hormiguea esa noche en las calles corriendo gallo; con su Plaza de Armas llena de puestos de dulces; con sus portales resplandecientes; con sus dulcerías francesas, que muestran en los aparadores iluminados con gas un mundo de juguetes y de confituras preciosas; eran los suntuosos palacios derramando por sus ventanas torrentes de luz y de armonía.

Al pié, al occidente, demora la ciudad, donde hormiguea una poblacion activa y numerosa, de cuyas plazas y mas grandes calles y avenidas se destacan grupos corpulentos de magníficos plátanos orientales, tilos, castaños y otros árboles de gran talla y tupido follaje, rodeando numerosas fuentes de mármol ó de piedra.

El contingente de estudiantes que allí se ven, diferentes de los de otros paises, en trajes, en costumbres, en todo, anima la ciudad, suministra asuntos á periodistas y escritores, da una cifra respetable por año á la estadística del consumo de cerveza y tabaco, asusta á mas de cuatro maridos, se bate en desafíos, discute, se mueve, bulle, hormiguea .

Por todo el malecon del formidable dique de defensa, en una extension como de un kilómetro, hormiguea un enjambre de paseantes, de curiosos de todas las naciones, entretenidos con los encantos del espectáculo ó los goces de la conversacion.

Mientras en las fábricas y talleres, en los bosques y canteras de la sierra, en los caminos de la montaña á la ciudad, en las caleras y hornos de ladrillo, todos se agitan afanosos; mientras el arquitecto sirio medita sobre sus planos y los que ha trazado la mano misma del rey, y el Katib escribe pidiendo artistas útiles al Africa y al Asia, y los maulís y poetas protegidos por Abde-r-rahman se esfuerzan en merecer los agasajos del monarca colmándole de elogios por su grandioso pensamiento, el pueblo desocupado y curioso hormiguea á todas horas en torno de los espaciosos fundamentos, y todo presenta una animacion y un interés difícil de describir.

Por todas partes hormiguea una poblacion inquieta, laboriosa y honrada, que llama mucho la atencion por la energía de su lenguaje, áspero y expresivo, la singularidad de su tipo de raza, el liberalismo de sus ideas, el sentimiento de orgullo con que mantiene su patriotismo y sus tradiciones, y la elasticidad particular con que se presta á las mas variadas manifestaciones de la civilizacion.

He visto fanáticos que no tenían más Dios que Carlsbad, esa milagrosa reunión de las aguas más contradictorias. He visto devotos de Baréges; y yo mismo tuve el ánimo turbado ante los hirvientes fangos do hormiguea el agua sulfurosa de Acqui, obrando por misma con extrañas pulsaciones que sólo se notan entre los seres animados.

Al mismo tiempo hormiguea en las calles un enjambre de obreros toscos y brutales, vestidos con abandono, de marinos de todas las naciones, de comisionistas afanados á caza de clientes, de negociantes inquietos entregados exclusivamente á la fiebre de la especulacion, de soldados de franjas amarillas, pasablemente ociosos, de carreteros y vivanderas haciendo una algarabía de todos los diablos, de algunos semi-majos y toreros de estilo de matamoros, y de pillos de todas edades que abundan siempre en las ciudades mercantiles, con su numeroso acompañamiento de andrajosos mendigos que son inevitables en casi todas las ciudades españolas.