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El fantasma se achicaría, haciéndose invisible, para engañarle y resurgir luego en todas sus horas de pensativa soledad; iba á amargar sus noches en vela, á perseguirle á través de los años lo mismo que un remordimiento. Afortunadamente, las imposiciones de la vida real fueron repeliendo en los días sucesivos estos recuerdos tristes.

Y en veinticuatro horas se me muere, como si el cielo quisiera castigarme. Es verdad que me queda mi nieto; pero ese Juanito en nada se parece a su padre, y te lo confieso: le quiero poco; no veo en él más que un reflejo lejano de mi pobre hijo. De mi pasado, de aquella época que fue la más feliz de mi vida, sólo me resta Visitación. Es el retrato de la pobre muerta; ¡la adoro!

Confesó todo lo que creyó oportuno confesar. Se le agradeció la franqueza, y tío y sobrina manifestaron verdadera admiración contemplando la perspectiva de ideal y horas de jarana y alegría honesta que Bonis les puso ante la fantasía con elocuencia conmovedora.

Al principio de estas 24 horas era calma, despues vino el viento al SO con tiempo nublado; y

Muestran ufanas su destreza y brio, Tegiendo una entricada y nueva danza Al dulce son de un instrumento mio. Mio, no dixe bien, mentí á la usanza Del que dice propios los agenos Versos, que son mas dinos de alabanza. Esperando de ver de sus mejoras El colmo con los premios merecidos Por el sudor y aprieto de seis horas.

Podrán estas noticias ser puestas en duda, pero respecto á que muy á los comienzos del siglo XV existía en Sevilla un reloj de torre, hay un dato indudable en las palabras del médico Juan de Aviñón, que en su libro Sevillana Medicina, hacia 1418, dice: «Y como quiera que agora seria grave de comer á estas horas ciertas, de aqui adelante nonserá grave por cuanto nuestro señor el arzobispo de Sevilla, que mantenga Dios mandó facer un relox que ha de tañer veinticuatro badajadas

Unos con rabia atroz, otros con llanto, alzan al cielo punzador gemido, y el de unos en el de otros confundido, en concierto infernal, que crece y crece como el mar al alzarse enfurecido, hacen llegar sin tregua hasta mi oido un grito de dolor que me enloquece. Por fin, tras largas horas de ignorado martirio, el mal se aleja trocándose en hondísima amargura que ya nunca me deja.

Hay momentos en los que todo hombre es mujer, en los que toda virilidad es apagada por las lágrimas. Nuestro viaje, cuya distancia se recorre durante la primavera en un par de horas, duró siete, en medio de aquel océano de nieve, cuyas grandes oleadas parecía que iban a tragarnos a cada instante.

«¡A estas horas! ¡Las once de la mañana! ¡Qué elegancia! ¡qué distinciónpensaban los dependientes a quienes el hado adverso obligaba a levantarse de la cama a las seis todos los días.

Allí, en días más dichosos, estábamos con los viejos y los niños de la familia pasando felizmente las horas caldeadas del día como en un salón de verano.