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El presente sucedido es popularísimo en Lima y te lo referirá, lector, con puntos y comas, el primer octogenario con quien tropieces por esas calles. La mujer de Román, si bien honradísima hembra en punto a fidelidad conyugal, tenía las peores cualidades apetecibles en una hija de Eva.

¿Y por qué le ha herido? Defendiendo la honra de una mujer. ¡Ah! ¡ah! y... ¿quién es ella? Una dama á quien vuestra majestad y yo apreciamos mucho. Pues no... no acierto. Doña Clara... ¡Ah! ¡! ¡vuestra menina! quiero decir, vuestra dama de honor... porque ya recordaréis que hemos convenido en que es ya muy crecida para menina... la bella y honradísima doña Clara Soldevilla.

La generala aceptó en seguida, creyéndose honradísima, y aquella señora ejemplar, aquella madre cariñosa y cristiana que había educado a sus hijas en el santo temor de Dios y en el cercado de la pureza, fió sin reparo alguno el más bello de sus ángeles a aquella pícara redomada, aquella bribona indecentísima...

Soy honrada, quiero ser honrada, honradísima, por respeto a mi nombre, a mi familia... ¡Ah!, mi familia añadió, suspirando otra vez... . ¡Si me hubieran acogido con amor, no habría dado yo un mal paso! Mi familia tiene la culpa, ¿no es verdad, padrino? , , hija mía, ella tiene la culpa. Pero vamos a lo que importa... ¿Con qué cuentas para mantenerte? ¿Qué te queda de lo que te dejó tu tío?

Ricardito les dijo que el jurisconsulto me había despedido por abuso de confianza; «no lo aseguraba... así lo decían... algo habría de cierto; el dinero es pegajoso; no es difícil que al contarlo se le pasen a uno dos o tres monedas falsas, o, lo que es más fácil todavía, que le falten a uno cinco o... más duros». Pero Ricardo repetía que era yo persona honradísima, incapaz de faltar a la confianza que depositaran en ; éramos condiscípulos, amigos, y él me defendería contra viento y marea.

Se avisó a este comerciante y, en efecto, vino a declarar que era cierto lo que el cojo decía, y que le trataba hacía tiempo y le tenía por una persona honradísima. Mario, a pesar de todo, ansiaba echarle las manos al cuello y apretarle hasta hacerle confesar dónde estaba su hijo. Se indagó el paradero de la mujer y el niño. Nadie daba razón de ella; nadie la había visto. Se trabajó asiduamente.

Alabóle ser honradísima y valentísima su determinación, y advirtióle que anduviese más atentado en acometer los peligros, a causa que su vida no era suya, sino de todos aquellos que le habían de menester para que los amparase y socorriese en sus desventuras.